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Nuestros psicópatas predilectos

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Óscar Sánchez Vadillo

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Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz

Juegan con cosas que no tienen repuesto

La culpa es del otro si algo les sale mal

Entre esos tipos y yo hay algo personal


Joan Manuel Serrat


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No es tanto, creo, que los ciudadanos de a pie de las llamadas “democracias liberales modernas” seamos pérfidos, estúpidos o frívolos, que un poco sin duda también. Es que nos aburrimos mucho con nuestras vidas de sota, caballo y rey, y como nos aburrimos votamos a payasos con corbata -a partir de ahora complementada con gorra de beisbol-, porque los payasos nos subyugan, no podemos evitarlo. Lo mismo ocurre con los payasos famosetes que salen en la tele, haciendo gala de sus existencias de plástico, pero de un plástico tan chabacano como llamativo. Todo el mundo sabe que Boris Johnson es un beodo aprovechado, como lo era el otro Boris, pero precisamente por eso los elegimos. Todo el mundo ve muy claramente que Trump es un necio engreído (el Eróstrato de nuestro tiempo, el Nerón con aranceles en vez de lira), o que Feijoó no sabe bien lo que dice ni siguiendo instrucciones, o que Milei en otra vida habría sido tratante de esclavos en nombre de la libertad, pero la gente les aúpa a donde están justamente por todo eso. Nos atrae, nos cautiva, nos subyuga lo imprevisible, por utilizar el mismo verbo que antes, esa combinación altamente explosiva de enfant terrible y azar político. Ya de niños, acordaos, votábamos como delegado de clase al más bandarra o al más tonto, en la esperanza de que el caos derramara sus paradójicos bienes sobre nuestras cabezas. Excepto en aquellos países nórdicos donde hace mucho frío, parece que nadie quiere un gobierno funcional y burócrata. Queremos marcha, queremos un futuro abierto a las sorpresas, aunque sean desagradables, queremos todo menos la rutina, y queremos que el menos samba y maís traballá se convierta en su opuesto, como cuando Emilio Aragón hizo de dictador brasileño… (https://youtu.be/GA0u05Y1p2U?si=O0b1VPovDF3xJaOc)

Pero lo extraño es que nos priva también el extremo contrario. Señores o señoras completamente previsibles, con la imaginación de un ladrillo y la capacidad de improvisación de una fotocopiadora seducen a las masas por su carácter rígido, cruel e inflexible. ¡Cuánto español echa de menos a Franco, porque al menos podías estar considerablemente seguro de su reacción, que sería la misma de siempre conforme a sus principios, y para remachar la cual no iba a temblarle el pulso en firmar sentencias de muerte! ¡Por no hablar de añorar al propio padre, ese que si le tosías lo más mínimo -cuentan con orgullo- te metía una hostia que te ponía en órbita! Tenemos, todos, una suerte de convicción paleolítica incrustada en el fondo oscuro del cráneo de que el jefe es jefe porque alberga una seguridad tan arraigada en que merece serlo que algo tiene que tener de verdad, y que hasta los dioses deben estar de su parte. Luego se manifestará como un malnacido y un torpe, pero seguimos creyendo en su espectral autoridad si él mismo niega obstinadamente sus malas cualidades (y ese es el truco de Trump y del trumpismo, véase Ayuso: niégalo todo y crearás una sombra de duda en las personas honestas, que como son incapaces de llegar tan lejos no pueden aceptar que ese individuo realmente carezca de todo asomo de escrúpulos).

Tanto en un punto como en el otro de la tipología psicopática, pudiendo perfectamente darse hibridaciones monstruosas -Stalin, por ejemplo-, o variantes mesiánicas -Netanyahu-, lo que las masas de la sociedad del espectáculo no pueden tolerar son tipos como Biden o Rajoy: medianías. Es como aquel general que dijo aquello de que en 500 años de neutralidad la nación suiza no había inventado más que el reloj de cuco. Todo ello no es más una confirmación más de la Física del caos, en tanto que los hombres, igual que la naturaleza, nos ordenamos en sistemas cerrados o absolutamente abiertos, aunque sean abiertos al desastre. La inestabilidad buscada y deseada por la sociedad civil como una teoría política de las dinámicas no-líneales, con estos individuos tan indeseables como “atractores extraños”... Recuerdo una viñeta de El Roto, donde un hombre le reprocha a Dios el por qué siempre nos gobiernan los peores, a lo que una voz tonante entre las nubes respondía “¡por que tú les votas, cretino!”




*La asociación Filosofía en la calle no se hace responsable de los comentarios de sus colaboradores.



 
 
 

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