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Atajos filosóficos (426-432)

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Óscar Sánchez Vadillo




426- Lo que sí parece cierto es que el capitalismo es la forma más radical y acabada de la secularización.





427- Las canciones de amor nunca tematizan el “lo conseguí”, insistiendo más bien y machaconamente en el “lo perdí”. Eso nos debería hacer pensar en que el amor de pareja deja un hueco harto más grande que el verdadero volumen real que tuvo mientras estaba más o menos presente, como el cráter de un meteorito (y el número de canciones de amor que tratan acerca de que “caíste en mi vida como un rayo inesperado” es incontable).





428- A partir de los cuarenta años, aproximadamente, hay una pregunta que siempre tiene respuesta, aunque las respuestas, claro, dependan de la situación de cada individuo. La pregunta se formula así: “¿qué es lo que te tiene tan insatisfecho con tu vida?”, y lo curioso -que no gracioso- es que casi todas las respuestas tienen la siguiente forma, independientemente de su contenido: “pues que ahora deseo la vida justamente opuesta a la que tengo”. Si usted no es de estos, enhorabuena.





429- Cuando alguien adquiere un animal de compañía en una ciudad lo que está queriendo adquirir es un robot incondicional del cariño, pero con un pelaje más suave y gustoso.





430- “Mami”, “Papi”… La cultura latinoamericana como cultura del incesto simbólico pero consentido.





431- Todos los actores -y actrices, claro- se benefician de lo que yo denominaría “Efecto JR”, que consiste en que el público espectador realmente no puede evitar identificar al actor con sus personajes, como le ocurrió al desdichado actor que interpretó a JR Ewing en el culebrón Dallas, el cual recibió muy serias amenazas de muerte. Ellos lo saben, y por eso ninguno, hasta que tiene ya una trayectoria muy consolidada de “bueno”, se atreve a hacer de “malo”, y aún eso en una sola ocasión. Así, Bruce Willis únicamente ha sido el malo en el remake de Chacal y un poquito en Estado de sitio, o Harrison Ford en Lo que la verdad esconde, Robert Redford en Vengadores: la era de Ultrón, Meryl Streep en Agosto, Humphrey Bogart en En un lugar solitario, pero tampoco demasiado, y un muy largo etcétera. A Pacino le ocurrió al revés, sin embargo: como ya había sido el malo en El padrino II, buscó rápidamente papeles de bueno en Tardes de perro, Serpico y ese sucedáneo que fue El Padrino III.

Un caso más extraño todavía resulta ser el de Clint Eastwood, porque no solamente es que sus fans crean de verdad que Clint Eastwood es un duro de mucho cuidado, es que él mismo se lo cree también, es decir, que el propio Eastwood piensa que si alguien que no le conociera tratase de atracarle por la calle, el pobre diablo saldría corriendo en cuanto él frunciese el ceño y enarcase un lateral del labio superior. De ahí que sea partidario de Trump, puesto que Trump representa en EE.UU. al cowboy que no se anda con chiquitas, y Eastwood de verdad piensa que él es eso mismo, que si fuese retado a un duelo al sol lo ganaría impertérrito…





432- (La Parca) Ortega y Gasset insistía mucho en que la vida humana, la de cada cual, consiste en auto-evidencia, es decir, que todos somos conscientes de nuestra propia vida, como poco en el hecho de que tenemos que sortear aquellas dificultades que la hagan imposible, tanto las biológicas como las que tocan a nuestro proyecto vital. Pero no dijo nada acerca de que a la muerte le sucede al revés, y por eso nos es tan enigmática -”lo más oculto”, como decía Heidegger; personalmente, encuentro igual de oculto todo lo demás, en un espíritu más de Heráclito en DK B 123. Porque la muerte no consiste en auto-evidencia de sí misma, el muerto no sabe que está muerto (si lo supiera seguiría vivo, a no ser que se crea en los fantasmas), lo saben los demás, como en El sexto sentido (lo dicho de los fantasmas), y lo que ya vuela completamente la cabeza es pensar que si el muerto está muerto sin que ello suponga presencia alguna del finado en un medio nuevo distinto del de la vida, entonces... ¿cuál podrá ser la diferencia con los eones trascurridos antes del nacimiento de cada uno, puesto que tal diferencia claramente es efectiva (Pancho Villa está muerto como tal Pancho Villa, pero antes de nacer no era una nada que prefiguraba a Pancho Villa, a no ser que se sea leibniciano: “Pancho Villa” como una esencia composible en el Cálculo de Dios)? Lo malo de todo esto es, en mi opinión, que si no puedes oponer, como le ocurre a Ortega y a Heidegger, una idea aprehensible de la muerte a tu descripción de la “vida” o del Dasein -que no es lo mismo-… ¿No será por qué tal descripción es necesariamente incorrecta en algún punto? (Sin embargo, seguimos sin disponer, que yo sepa, de otra mejor o más fina).

Hay un cuento de Rainer María Rilke -creo que en Vladimir, pintor de Nubes, editorial Eneida-, maravilloso y profundo como todos los suyos, en que un enterrador recibe esta pregunta por parte de una mujer a punto de morir: “¿el tiempo no importa, no?”, a lo que él contesta: “no”. Entiendo que lo que quiso decir Rilke es que lo que menos debemos temer de la muerte es ese asustaviejas que inventó el clero medieval de, parafraseando a John Milton cuando describe el Infierno, “una eternidad de muerte”… Por último, y puesto que la acusación de pedante ya no me la quita nadie, unos versos desconcertantes de W. H. Auden, los últimos del poema No time, y en inglés, por fastidiar:


What happens to the living when they die?

Death is not understood by death; nor you, nor I.

 
 
 
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