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Más atajos para hoy...

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Óscar Sánchez Vadillo


407- El sentido (Sinn, no Bedeutung) es algo cuya mera enunciación indica una experiencia que hace la existencia luminosa, comprensible y transmisible a los demás.





408- Para ser filósofo es completamente imprescindible no ser un frívolo, pero eso no quita en absoluto para que los frívolos no nos enseñen mucho de lo que necesitamos saber.





409- La felicidad no se siente, en la felicidad se está -la confusión de lo segundo con lo primero, característica de la sociedad de consumo, atormenta a muchísimas personas que de otro modo no se sentirían insatisfechas ni adquirirían tantas fruslerías completamente idiotas.





410- Hay autores que escriben directamente en PDF, incluso antes de haber sido inventado. Son flaubertianos, es como si forrasen sus textos con plástico adhesivo transparente, de forma que ya nadie nunca pueda meter mano, ni medio pensamiento propio, en ellos. No tiene que ver con que sea prosa, poesía o caligrama, tiene que ver con cerrar aposta el paso al lector, que no corra el aire entre las palabras, de tal manera que lo dicho no esté dicho, sino labrado, y el dueño sea para siempre el escritor y no la comunidad lectora. Personalmente, me resulta desagradable, lapidario, aunque sea genial, como en Valle-Inclán o tantos filósofos, y prefiero los textos porosos (no quiero decir escritos por plantígrados…), que no rechacen el poder introducir los dedos en ellos para hurgar el interior, como si fuesen piedras pómez o como la Cassandra Nova de la última de Deadpool. Menos que eso más que escribir para ser leído, comprendido y eventualmente tomado en cuenta me parece que es escribir para ser adorado, para convertirse en un hueso sin tuétano y en un tótem eterno.





411- El secreto de Jesús el Nazareno fue que lo que corría por sus venas no era sangre, sino MDMA; evidentemente, a sus presuntos seguidores no les ocurre eso, y por eso en la eucaristía tan sólo te dan a saborear una oblea insípida.





412- El problema con los liberales, los viejos y nobles o los actuales y mezquinos, es que no entienden algo así como el concepto, o si acaso el sentimiento, de lo que yo llamaría las “obligaciones mutuas”. Uno es padre, vecino, profesor o conciudadano y sabe, brumosa pero imperativamente, que eso le liga a los demás y establece un vínculo que obliga, sí, pero que a la vez une. En cambio, ya desde los antiguos sofistas hay pensadores para los cuales ese vínculo es insensible o incomprensible, y por eso lo han sustituido por la gélida y tiesa noción de “contrato”. La diferencia, la gran diferencia estriba en que el contrato es externo a nosotros, mientras que las obligaciones mutuas son internas. De ahí que resulte tan fácil deshacerse del contrato (y de ahí también la insistencia de los liberales en pacta sunt servanda, insistencia vana, a mi parecer, por cuanto que no se ve por qué ser fiel al pacto va a estar por encima del posible beneficio derivado de traicionarlo, que es prioritario), y tan difícil del sentimiento de obligación, porque el primero se ata de fuera a adentro, y el segundo al revés -el contrato te echa el lazo, con la obligación lo echas tú.

La situación termina siendo tan ridícula, desde el punto de vista antropológico, que si el contrato social de Hobbes, Locke, Rousseau, Rawls, etc., fuera en algún sentido no mitológico sino real, entonces habría que suscribirlo a cada instante de nuestras vidas. Llamo al fontanero, pongamos, le pago con dinero, y eso, conforme al anarcocapitalismo, sería renovar el contrato social originario en la forma de un pacto de una hora de duración, es decir, lo que lleve la reparación correspondiente, finalizada la cual el fontanero y yo volvemos al estado de naturaleza. Extendamos ese marco formal a todo: matrimonios de dos semanas, mientras exista pasión, “el salario de un día por el trabajo de un día”, mientras uno no enferme, vivir en perpetuo alquiler revisable cada mes, mientras a arrendador o arrendatario les convenga, relaciones no sexuales en modo prostitución: “te doy tanto como tú me des y sólo en tanto me des”, “si no le gusta le devolvemos el dinero”, “te he regalado esto pero por si acaso tienes ticket de compra”, y así.

Todo eso ya existe por cierto, y parece que va a más. Podríamos llamarlo una vida-VTCs (vida Uber o Cabify…), pero creo que es de sentido común que no puede durar para siempre.





413- Los más intensos recuerdos -que no tienen por qué ser los mejores en un sentido sentimental o moral- que puedes tener de otra persona son aquellos que, te guste o no, no puedas evitar.





414- Hoy, las películas más taquilleras las hacen informáticos.

 
 
 

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