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La “tormenta perfecta” en la Educación Secundaria actual

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Óscar Sánchez Vadillo



  • Las chicas que los profesores conocemos en las aulas parecen carecer de referentes válidos entre lo que entendemos hoy como mujeres adultas "empoderadas", porque ellas entienden que tal empoderamiento consiste en depredar como los varones, rugir en el fútbol como los varones, jugar videojuegos como los varones, insultar a lo bestia y a voces como los varones, que les "toque todo la polla" como a los varones o que "se las pele todo" como a los varones (llama todavía más la atención entre las alumnas marroquíes, porque nos consta que en su casa no dicen una palabra más alta que otra, de manera que, ¡ay!, lo han aprendido en el instituto). Sin embargo, algo de ternura debe de restar en algunas de ellas cuando ellos las "ponen los tochos" y lo pasan mal, o cuando, sin querer, descubren que les gusta un poquitín la asignatura de Literatura o de Griego y Latín...



  • Al tiempo, los chicos son súper amigos del "puto negro", del "jodío panchito", o del "chino" que aplican para toda la inmensa Asia, así como "moro" sirve también para todo el unánime Islam, pero únicamente si se dejan calificar así a diario. El negro y los demás mindundis que hagan por ser aceptados… (Sin embargo, hay que decir que se percibe últimamente un pequeño y luminoso avance en lo que toca, nunca mejor dicho, a las relaciones tactiles entre los alumnos: ya no sólo hay que golpearse sin parar como cachorrillos, sino que es posible presenciar como chicos heteros se hacen cosquillitas o caricias de relajamiento mutua sin que ello signifique nada ni incomode a nadie).



  • El profesor consciente sufre sabiendo que no enseña nada más que a superar malamente exámenes. Son demasiadas asignaturas, y para colmo el peso relativo de cada una de ellas viene ya marcado desde el ministerio. Ni a los alumnos más aplicados les queda apenas aliento para aprender, después de esforzarse por aprobar. El profesor inconsciente dedica su tiempo libre con sus compañeros en la cafetería a reírse de la incompetencia e ignorancia de sus pupilos, sin darse cuenta, primero, de que por eso por lo que están en la escuela, evidentemente, y segundo, de que su propia incompetencia moral y cultural (en algunos casos enorme) es mucho más culposa y decadente que la de sus alumnos. A todo esto, la pedagogía no ha dedicado ni una página de su cacharrería conceptual a enseñar a los profesores a no ser unos mediocres vengativos.



  • Un examen es un suplicio medieval que al menos no deja marcas aparentes, como en Guatánamo. Algunos de mis queridos compañeros amargan la vida y la autoestima de un alumno/a porque motivos tan ridículos y delirantes como que “es que, oye, 4, 95 no es un aprobado, ya me gustaría a mí que el pobre hubiese podido llegar, pero es que es tan flojito”...


  • Naturalmente, el profesor está convencido de que estos niñatos a mi cargo no se merecen conocer nada de mi vida personal, sobre la que siempre están curiosamente interesados. El que esto subscribe ha dado a menudo su número de teléfono, correo, y, claro, WhatsApp, para dudas y sólo ha experimentado un suceso impropio en 17 años: en mitad de lo más terrorífico de la pandemia un chico de 4 de la ESO, al que sigo viendo por la calle y charlamos, me llamó a las tres de la madrugada borracho para preguntarme qué tal lo estaba llevando…) Si se hace bien, estar abierto a cualquier inquisición suele estar, por el contrario, muy bien recompensado por parte del alumnado. Chesterton dejó escrito que “los chavales también van a la escuela para conocer a adultos distintos a los de su familia”...

  • Es tristemente cierto que los adolescentes ya no pueden ver películas, ni aunque sean de las que manufacturan ex profeso para ellos. No porque se les haya atrofiado la capacidad de concentración, eso es una bobada, no hay más que pensar en la que ponen en el fútbol. No, es porque hasta la mejor película de la historia tiene sus momentos de ralentización necesaria, mientras que ver “videos de risa” es siempre una experiencia constantemente intensa, porque cuando no lo es, el siguiente chiste mata el recuerdo del fallido. Si a esto se le suma lo que yo denomino la “fascio-nación”, es decir, la fascinación actual de los adolescentes -chicas incluidas, y la mayoría aún más radicalizadas por los símbolos de su propio país y por el fascio en general, se comprenderá que a la narración del tipo que sea le quedan dos mociones de censura (les gustan mucho unos videos de algo llamado “Personajes made in Spain” que aúna el chiste zafio y la inmundicia racista y xenófoba).

  • El lenguaje de los psicólogos, que prácticamente todos los chavales dicen necesitar -atrás quedó la vergüenza por sentirse “loco” o “tarado” en caso de precisar sus servicios, ahora la exhibición de la debilidad está premiada-, ha invadido la parla diaria del patio del instituto. “Subnormal”, “retrasado”, “autista”, “bullying”, etc., están al orden del día, y muchos pupilos avispados se suben al tren del paraguas psiquiátrico para obtener ventajas en términos de adaptaciones curriculares y compasión y condescendía del profesor.


  • Sí los chic@s protestan que la enseñanza es absurda, y que todo consiste en memorizar, vomitarlo en el examen y olvidarlo en el acto -porque a ellos el esfuerzo les merecería honestamente la pena si realmente adquiriesen algo de cultura-, no se te ocurra proponerles una ruta alternativa, porque entonces se mueren de miedo y suplican volver a la memorización, con la que se sienten seguros porque no conocen otra maldita cosa. Están ya “institucionalizados”, por usar la expresión de Morgan Freeman en Cadena perpetua.



  • Los docentes, pues, solemos perder el tiempo y la vida en bobadas. Tú consulta la lista de notas del curso anterior, o del primer examen del presente, у adivinarás, sin posibilidad de error, y sin tener que examinar nada más, cuántos van a ser los llamados y cuántos los elegidos. Es casi el "estigma" del naturalismo de Émile Zola, pero ningún muchacho del futuro sabrá nunca quién fue Émile Zola.



  • Todavía sigue sucediendo que si algún alumno/a/e destaca demasiado, los demás le llamarán "repelente", sin darse cuenta de que si Lamine Yamal, o como se escriba, destaca tanto en lo suyo eso le convierte en todo menos repelente… El paralelismo es exacto, pero no lo quieren ver.



  • Como futuros ciudadanos, si es que vistas las cosas no pasan a ser súbditos, todo lo asimilan al revés. Les han inculcado que el ganador es el que gana más dinero, sin saber en qué gastarlo, como los futbolistas, mientras que el perdedor es el que gana lo justo, aunque sepa muy bien qué hacer con ello. Bonita civilización les estamos dejando...



  • Por tanto, y por terminar en algún sitio, vivimos un presente en que no parece que vaya a ser cierto, como he leído en bolsas y camisetas, que "the teachers are the real influencers", al contrario: "the influencers will be the real teachers"...



En verdad, en verdad, os digo que si a todo lo dicho le sumáis la pandemia del móvil y ahora la difusión del ChatGPT, vana es nuestra fe... (rima internamente, y eso está bien, porque pervive el recuerdo de lo que era rimar, pese a que ya todo rime en el "ón" de reguetón y “subidón”, bro. En mi centro hemos colocado en una pared un cartel como una frase hermosísima, pero en vías de extinción como los linces: “La enseñanza es un acto de infinito optimismo: creer que el futuro de un niño es más brillante que su presente”.


*Esta asociación no se hace responsable de las opiniones de sus colaboradores pero respetamos la libre opinión.

 
 
 

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