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ES DE UNA PSICOLOGÍA DESEQUILIBRANTE. 

Alain Badiou en su pequeño ensayo “La verdadera vida. Un mensaje a los jóvenes”, nos dice, que más o menos lo que trataba de decir Marx es que todas las grades crisis traen una devastadora salida de la tradición y que, por tanto, esto lleva a una nueva organización simbólica de la humanidad. Los famosos cambios paradigmáticos de lo que tanto han hablado otros muchos filósofos. En fin algo que no necesita más explicación puesto que es por todos conocido. Las culturas se han ido sucediendo, los estilos se han dejado caer, y cada pueblo a su manera ha dejado relatos que, a veces, se han ido perdiendo en los recodos de la historia o han sido arrastrados por las corrientes de la misma. Relatos olvidados que sirvieron de génesis a otros relatos, relatos que también surgieron del olvido y fueron elevados por algunos grandes arqueólogos del saber. Durante la primera década del siglo XXI y lo que llevamos de esta, las tecnologías han ido evolucionando a la par que los ojos de la gente joven, la llamada generación T, se han vuelto más y más frío. Lo viejo, la tradición, ha intentado excavar sin provecho ante estos signos asintomáticos sin obtener buenos resultados, puesto que eso que ellos ofrecen es muy poco apetecible (nuestra generación, la llamada x, cosechamos lo malo que nos sembraron). Lo nuevo se va constriñendo sobre la gente joven, la mejor preparada, mientras el tiempo se vuelve más y más frío ante sus ojos por culpa de las dos generaciones que la antecedieron. Las universidades, que son el centro palpable social, ya no demanda humanidad. Busca un mundo globalizado que funcione aparte del hombre, que ya no sea complemento de este. El hombre queda cada vez más relegado al espacio privado, y con él la diversidad cultural, el arte, la religión, la filosofía, etc., irán desapareciendo hasta quedar algo externo, igualitario y vacío como en el Mundo Feliz de Huxley, y de aquí surgirá el caos. El pensamiento posmodernista en donde todas las opiniones valen lo mismo y donde la búsqueda de la verdad no vale nada es de una psicología desequilibrante.

F.J. García Carbonell

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