top of page
Buscar

Variaciones sobre Don Quijote y Sancho

ree

Óscar Sánchez Vadillo


Va a ser cierto aquello de que toda narración parte de una matriz de arquetipos inmemorial, una idea que a mí personalmente no me gusta nada porque no es más que la reedición de la obsesión filosófica griega de una derivación necesaria desde lo Uno real hacia lo Múltiple aparente. Prefiero pensar que no, que alguien lanza al imaginario cultural una combinación tan atractiva de idiosincrasias que influye inconscientemente en todos los que vienen después de él, como habría sido el caso de Miguel de Cervantes con su archifamoso hidalgo y su no menos célebre escudero. Porque fijémonos bien. Don Quijote y Sancho hacen tan buena pareja porque ambos son varones heterosexuales, para colmo totalmente opuestos en su manera de ser, y sin embargo se acoplan perfectamente, como si hubiera un modo de forjar matrimonios masculinos naturales en los que la disputa está asegurada, como en los matrimonios mixtos, pero donde se suponga que la nobleza del alma mora en los dos por igual y por tanto la unión funciona, al menos para echarse unas risas. Así, las analogías más que razonables con la matriz Don Quijote / Sancho nos llevan a lugares tan remotos que trascienden los tiempos y las galaxias, verbigratia: C3PO es claramente un verboso Quijote, pero en cobarde, mientras que R2D2 es un rechoncho Sancho, pero en decidido. Una analogía es, conforme lo determinó Aristóteles, un parecido que coincide en parte, pero no en el todo. El par Jay y Bob el silencioso de las películas de Kevin Smith, sin ir más lejos, conforma un tándem en el que Jay es el Quijote palabrotero, y Bob -el propio Kevin Smith- el Sancho sin refranes. Más gracioso es el caso de los cantantes italianos Romina y Al Bano, en el que es él el que fungía de hobbit. Los hobbits camino de Mordor, por cierto, también imitan el patrón quijotesco, siendo Samsagaz el escudero fiel, por no sufrir el tormento del Anillo Único de los “malvados encantadores” a los que se refería continuamente el caballero andante. Más claro todavía aparece en aquella película tan mala, pero clásica, Los gemelos golpean dos veces, donde Arnold Schwarzenneger resultaba un Quijote tan idealista y puro que hasta terminaba por transformar a su Sancho egoísta y enredador (y no se olvide que lo consigue gracias a una sin par Dulcinea…)

No se me niegue, tampoco, que en Cowboy de medianoche el idilio entre machos no se concretaba a las mil maravillas entre Dustin Hoffman y Jon Voigt. O que Simon & Garfunkel no hubiesen dado el pego montados en un jamelgo Art Garfunkel y en un asno Paul Simon. Charles Dickens comenzó su carrera literaria concibiendo a Mr. Pickwick, un perfecto metepatas filántropo y trotamundos heredero del Caballero de la Triste Figura, pero el folletín no encontró su acomodo hasta que Pickwick hizo criado suyo al mundano y retrechero Sam Weller. Recientemente, nos hemos enterado por estos pagos de todo el culebrón corrupto de José Luís Ábalos y Koldo García, y yo estoy convencido de que Ábalos siempre creyó que Koldo era su Sancho Panza, sólo que como ahora pisamos suelo real y no ficticio, resultó que Koldo era un traidor de siete suelas y que quería toda la pen-ínsula barataria para él solito. En la sociedad Felipe González / Alfonso Guerra había mucho también de la dualidad Quijote y Sancho, o al menos eso nos tragamos en España durante doce años, lo que ocurre es que el sentido común de el señor Guerra rozaba siempre en la grosería. En Sentido y sensibilidad, la película, encontramos algo más rebuscado aún, porque la pareja está compuesta de dos mujeres, una, el “sentido”, quijotesca, Emma Thomson, y la otra, la “sensibilidad”, sanchopanzista, Kate Winslet -aunque esto no está tan claro, porque la detentadora de la prudencia es Emma, no Kate… Apenas es preciso que especifique aquí quién es quién entre Mortadelo y Filemón, Sherlock Holmes y el Doctor Watson, Phileas Fogg y Passepartout, Pepe Cavahlo y Biscuter, Torpedo y Rascal, Leoncio y Tristón, Mick Jagger y Keith Richards, Gaby y Miliki, Marx y Engels, Platón y Aristóteles, el nazareno y Pablo de Tarso, Bertín y Arévalo (que en vez de refranes rancios profiere chistes rancios), Riggs y Murtaugh, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir -en realidad, en mi opinión la otra mitad de Sartre era Albert Camus, pero eso le convertía a él en Sancho Panza, y por eso la amistad se trocó tan rápidamente en rivalidad…

 ¿Antes de Cervantes las duplas masculinas estaban formadas bajo diferentes repartos de roles? Si es así, lo ignoro. A bote pronto, yo diría que Aquiles/Patroclo, por ejemplo, no nos sirve…


 
 
 

Comentarios


bottom of page