"Transrobotismo"
- filosofialacalle
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Óscar Sánchez Vadillo
El plan está claro: quemar la Torre Picasso.
Arde Bogotá
Ayer nos despertamos con la atroz noticia de que en la guerra de Bosnia millonarios de varias nacionalidades -sí, también de la nuestra...-, y seguramente cansados de todo, viajaban allí de finde a darse el último de los gustos más abyectos posibles, aquel que parecía reservado únicamente a Satán: desde lugares seguros, jugar al tiro al blanco con los ya de por sí desdichados habitantes de Sarajevo. Matar niños, por lo visto, era más caro, y nunca sabremos si comérselos después entraba en la minuta1. Es sabido que “robots” en checo significa “esclavos”, y hay dos chistes muy buenos acerca de cuál es el rol que empiezan a desempeñar los robots en nuestra vida. El primero dice:
-Tío, me he comprado un coche de esos que se conducen solos.
-¡Qué guay! ¿Y dónde está?
-¡¡Y yo qué sé!!
El segundo, igual de genial a mi juicio, dice:
-Macho, me he comprado un robot de cocina tan inteligente que ahora el que cocina soy yo...
Yo creo que esos tipos del gatillo fácil, virtuosos de la más extrema vileza (de ultraderecha, por cierto, apostillan todos los medios informativos) eran y son como robots del dinero y, hoy, del trumpismo, que no es exactamente lo mismo, pero casi. Mis alumnos me cuentan que eso, como todo, ya estaba en Los Simpsons, por lo visto en un episodio en el que Montgomery Burns se coloca un salacot y empieza a matar a todos los ciudadanos de Springfield por deporte, que para eso son clase trabajadora prescindible. Existe esa horrenda y estúpida saga de películas, La purga, donde durante unos días en un hipotético EE.UU. alternativo todos pueden matar a todos (la vieja pesadilla hobbesiana que jamás ha tenido lugar, pero en la que se fundamentó el liberalismo moderno), que, volviendo a Trump, el langostino enfadao proclamó querer instaurar en su última campaña electoral. Kant escribió que una república debía contar con unas leyes tan perfectas y ajustadas que pudieran conseguir asegurar la coexistencia de una legión de diablos, y a mí me parece que eso a lo que nos asomamos ahora es justamente lo opuesto al desideratum kantiano, es decir, que vamos camino de vivir bajo un juego de reglas sociales que corrompería hasta a un seráfico coro de ángeles...
Los autómatas del beneficio, del darwinismo social -que es la basura ideológica latente en La purga-, de la desigualdad salvaje y del asesinato y eventual devoración de niños2 (pregunta horrible que acabo de formularme a mí mismo: de no ser balcánicos blancos... ¿Cuánto bajaría el precio por presas de otras etnias o religiones?), cuya inteligencia es efectivamente francamente artificial, no pueden ser la edición y actualización más reciente del espécimen humano. Por el contrario, los robots más evolucionados y perfectos serían aquellos que, dejando atrás su naturaleza metálica, homogénea y mecánica, hayan desarrollado órganos, un mar interior y tejidos; así mismo, esos que son dirigidos por una red nodal flexible, cuajada de luces y nacida de la interconexión con otras externas semejantes; también, aquellos capaces de erigir ortopedias eyectadas al exterior en forma de habitáculos, transportes, robots de “eficiencia tecnológica objetiva”3 y otras mediaciones materiales; a lo que se añadiría, por qué no, un rostro irrepetible, una voz que jamás volverá a expresarse cuando falte, amén de una aguda intuición de asociaciones entre objetos, en vez de confiar su actividad mental a estúpidos algoritmos... En pocas palabras: el futuro de la Cibernética y de la Inteligencia Artificial serían, o podrían ser, si nos empeñamos en ello, los conocidos como “seres transrobóticos”, o simplemente “seres humanos de carne y hueso”, por decirlo con Bergson. Desde aquí, pues, decimos “No” al caduco transhumanismo de Elon Musk y otros tipos de su ralea que o bien fuerzan a niñas en las fiestas de Jeffrey Epstein o bien abaten a tiros caza mayor humana. Entremos por fin en la senda de la Era mercurial del Transrobotismo, y empleemos todos nuestros recursos y talentos en hacer a los “seres humanos” posibles. La humanidad no era tan mala idea, tal vez habría que poner algo de nuestra parte por ensayarla. ¿O estoy siendo demasiado “woke”?...
(Si duda que sí, porque, volviendo a Kant, a los wokes nos gusta mucho más el Sapere aude! del ilustrado que el “¡atrévete a embrutecerte!” del trumpismo, el putinismo y la Dark Enlightment).
2 Casi al final de La jungla de cristal: la venganza, el malo, que interpreta Jeremy Irons, habla con Bruce Willis acerca de sus verdaderos planes para extorsionar a la ciudad de Nueva York. Cuando Bruce le pregunta si entonces la amenaza de volar colegios con los infantes dentro era un truco, el maloso, dotado de la elegancia de Irons, responde, horrorizado, “¡por supuesto que sí, yo soy un delincuente y un ladrón, pero no un monstruo!”





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