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Sobre el célebre filosofema “Todo vale” (Anything goes…)





Óscar Sánchez Vadillo


Así formulado, ha producido un temor cerval desde Fiodr Dostoiévsky hasta Alain Fienkelkraut -salvando las distancias- dentro del paradigma del mundo moderno, por aquello de que suena a algo completamente abominable del estilo “todo está permitido”. Si a mí, por ejemplo, me invitan a una fiesta y me dicen que todo estará permitido pienso en la película de Saló y los 120 días de Sodoma de Pasolini y no voy ni loco. Pero es que es un lema creado por sus enemigos, por los enemigos de los que, como Sade o Nietzsche o Feyerabend, puedan haber predicado la abolición de la vieja moral; me explico. “Todo vale” no sólo es absurdo de por sí, es que además es invivible. En sí, nada vale ni deja de valer si no es con respecto a un fin determinado, que es el que selecciona qué es valioso y qué no con respecto a la consecución de la acción que se promueve. Nadie podría abarcar todos los fines posibles de la conducta humana a un tiempo, excepto si concibiéramos un Dios omnipotente pero amoral -que no inmoral-, lo cual sería no más que capricho de nuestra imaginación. Lo mismo sucedería si enunciásemos un “nada vale”, al estilo de Cioran, Beckett o Rosset: ¿cuál sería la entidad suprema para la que sería realizable esta experiencia sin perecer al instante? Ni el Dios malvado postulado por los gnósticos era tan descomunal (ese hacía el mal, ya se ha dicho, no la nada…), conque aplíquese semejante vértigo a un simple mortal –Buda y el budismo no me sirven en este caso porque sólo en su lugar de origen lo entienden verdaderamente, si es que hubiera algo que entender además que de sentir...

En cambio, “todo puede valer” ya es más admisible como formulación sensata, factible y propiamente humana. El "puede" introduce una ambivalencia: puede que sí tanto como puede que no. El criterio lo pone el que escoge la finalidad, una vez más, en sí los fenómenos o sucesos del mundo son neutros en su gran mayoría -aquella mayoría, claro, que ha hecho posible la configuración actual del capitalismo global, sobre esto no hay discusión. Todo puede valer: comer tres veces todos los días puede y debe valer, excepto si uno se pone en plan asceta, y en ningún otro supuesto. Todo puede valer: trabajar más de ocho horas al día puede pero no debe valer, excepto si uno realiza su vocación, y en ningún otro supuesto. Ejemplos que podrían multiplicarse y que por sí mismos no son ya neutros éticamente, superando al Kapital, que dice reconocerlos. En lo demás... En lo demás la elección se fundamenta únicamente en la libertad –me refiero sobre todo a la libertad de organizarse, no a la de consumir esto o lo otro, que en comparación es absolutamente trivial-, y únicamente aquellos a lo que el exceso de libertad asusta (principalmente el exceso de libertad de los demás: “libertinaje” lo llaman, ya se sabe...) lo denominarían horrorizados "anarquía" (haciéndolo equivaler a "¡¡¡el caos...!!!" o algo así).

Esta es la manera, me parece, en que Anything goes no viene a significar nihilismo…

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