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Rafael Aragüés

Rafael Aragüés, experto en Hegel: “Cuando la humanidad reconoce que la libertad es su esencia y su bien más preciado, a la larga no acepta otra cosa”



Rafael Aragüés Aliaga es profesor de Filosofía, Licenciado en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y doctor en Filosofía por la Universidad de Heidelberg (Alemania). Es especialista en Hegel y el idealismo alemán y ha dedicado a este autor dos libros: Das Problem des Absoluten in der Philosophie Hegels, publicado en alemán en la editorial Fink, y uno en castellano que acaba de aparecer en Herder Editorial, una completa y muy accesible Introducción a la Lógica de Hegel. Es igualmente autor de numerosos artículos en revistas especializadas y uno de los mayores y mejores conocedores de la obra de Hegel. En primer lugar, esta Introducción a la Lógica de Hegel es un libro muy bien escrito. Inmiscuirse en el pensamiento de Hegel no es tarea nada sencilla. El volumen comienza, además, con una introducción que contextualiza muy bien la tesitura en la que Hegel y su pensamiento se enclavan; Aragüés lleva a cabo un examen pormenorizado de las premisas kantianas, pero también se refiere a otras figuras que fueron clave en el desarrollo del pensamiento hegeliano, como Fichte o Schelling. Hay que resaltar la clara estructura que Rafael ha elegido para desarrollar su libro. Y es que en días en que la palabra libertad se emplea muy alegremente, bajo eslóganes políticos y populistas, este libro se encamina, en sus líneas generales, a dilucidar qué es eso de la libertad, y por qué es tan imprescindible en el sistema hegeliano y, en general, en la vida humana. Para Hegel, sólo es bella la interioridad del alma que se manifiesta libremente en la realidad, en el escenario de las acciones humanas. Por eso escribió el propio Hegel que “El concepto está realizado como alma en un cuerpo”, es decir, que lo interior da forma, de alguna manera, a lo exterior, y es más: que así debe ser. Lo exterior queda expresado, de esta forma, como una interioridad, y la más plena realidad y plenificación de esa interioridad es la libertad. Por eso, y es una metáfora que me gusta mucho emplear cuando hablo de Hegel, el camino hacia el afuera, hacia el exterior, es en última instancia un camino hacia sí mismo. Esto, en el fondo, es muy romántico, y ya Novalis, uno de los grandes poetas del Romanticismo, dijo que la filosofía no es sino el camino de vuelta a casa, el lugar donde nos sentimos a salvo. Por eso, en Hegel, el ideal de lo bello es la aparición más pura del concepto en la realidad exterior; es, digamos, la apariencia o aparición sensible del concepto. Una caracterización que está muy enraizada al concepto de poder o potencia, en alemán Macht, que es la capacidad, precisamente, de exteriorizarse, de exponerse, en el ahí-fuera desde un adentro que se configura libremente. También por eso el grado de belleza de un alma puede medirse en función de la profundidad o, digamos, de la libertad con que se expresa esa interioridad. El poder, por tanto, como la potencia de manifestarse en el mundo como una interioridad que se configura libremente. La lógica hegeliana, así como todo su sistema, no es más que un canto a la libertad; un canto que Rafael Aragüés hace suyo en esta magnífica explicación y explicitación del pensamiento de Hegel. Es decir: cómo el concepto, en su despliegue, llega a configurar, desde su interioridad, una exterioridad libre. Y aquí reside la maravilla del pensamiento de Hegel, que tan bien y espléndidamente explica Rafael en su libro: esa maravilla consiste en que la realidad exterior consiste justamente en una vuelta, en un regreso hacia el concepto, hacia la idea: esto es, hacia la razón. Y aquí cito a Aragüés en la página 300 de su libro, porque lo explica de manera magnífica: “La universalidad del concepto es libertad como la realización de lo universal en el mundo, la libertad es a su vez la exposición del concepto. Esto sólo es posible porque la universalidad del concepto no se opone a la particularidad, sino que más bien contiene el movimiento por el que ella misma deviene particular”. El sistema hegeliano es pues un sistema de ida y vuelta: desde el concepto a la exterioridad y de ésta, de vuelta, hacia el concepto. La exterioridad no es más que el escenario donde lo universal se realiza. Por eso la metafísica de Hegel es, como declara Rafael Aragüés, una metafísica de la razón y de la libertad, a cuyo estudio denominó el filósofo alemán, justamente, ciencia de la lógica, a cuyo estudio Rafael dedica este estupendo y muy recomendable libro. La filosofía, al fin y al cabo, es una disciplina que se repliega sobre sí misma sin renunciar nunca al mundo, a su participación en él. Más bien, la filosofía reclama, y no puede dejar de reclamar, su puesto en el mundo. Por eso la libertad es tan relevante en Hegel, porque no hay ruptura entre el adentro y el afuera (entre el Yo y lo que a él se opone, como diría Fichte), sino una continuidad que acabará por disolverse en el sistema de la libertad, que no es más (ni menos) que la lógica hegeliana. Se podría decir, incluso, que la lógica hegeliana no es más que la odisea o el despliegue del concepto desde su puridad hacia la exterioridad, y su regreso a casa, como un Ulises que espera recuperar a la vuelta de su viaje la paz y tranquilidad del hogar que nunca encontró en los intrincados avatares del mundo. Hegel confió en el mundo (frente a Schopenhauer o incluso el mencionado Fichte, que tanto opuso el no-yo al yo). Estar en el mundo no significa, al menos no principalmente, estar en lucha o en combate. De hecho, Hegel denuncia este hecho en numerosas ocasiones y no duda en decir que quien así piensa, es decir, quien ve el mundo como un enemigo, es porque “está obstinado en su particularidad subjetiva”. El yo, en Hegel y al contrario que en Fichte, no reacciona contra el mundo. No somos seres reactivos, porque contamos, frente a lo puramente subjetivo, con lo objetivo, y esto lo traduce Hegel en el autodominio propio de un ser racional. Lo que está ahí fuera, es decir, el mundo, es compatible con nuestra interioridad, aunque a veces las circunstancias nos empujen a ser despiadados en nuestra opinión sobre él. Y en esto podemos retrotraernos a Aristóteles, cuando señala al comienzo de su Metafísica que todos los seres humanos tienden por naturaleza al saber. Al saber, hay que añadir, del mundo, del mundo sensible, de lo que se nos presenta ante nosotros. Si no fuera así, si no tuviéramos esta sed, no nos interesaría en lo más mínimo la exterioridad. No sólo para entenderla, sino también y sobre todo para actuar en ella. Y esto sucede, justamente, porque, como explica Hegel, a la autoconciencia se le presenta lo otro como algo que en sí le pertenece pero que, sin embargo y a la vez, también le falta: en algo que tiene que conquistar. Y es este deseo de lo otro, de integrar lo otro en nuestro sí mismo, lo que constituye la grandeza del sistema hegeliano. Del sistema hegeliano de la libertad. Porque de nosotros depende cómo integremos esos deseos, de manera que hagamos participar nuestra subjetividad de lo universal, sin dejarnos llevar por desmedidas y pujantes pasiones que a todo momento nos asedian. Lean este libro, esta magnífica Introducción a la Lógica de Hegel; encontrarán un motivo no sólo por el que acercarse a Hegel, sino también, y ante todo, por el que reclamar una auténtica libertad. No la libertad que nos venden o con la que nos bombardean desde púlpitos y estrados, sino la libertad de la que somos capaces con independencia de esa “obstinada subjetividad”, al margen de nuestros intereses particulares. Un libro imprescindible por su hondura teórica, por el conocimiento que muestra y que pone en juego, por su narrativa interna y porque está escrito, además, por uno de los mayores especialistas en la figura de Hegel. Antes que nada, Rafael, ¿cómo estás viviendo estos momentos de zozobra social y sanitaria y cuál es, para ti, el lugar que debe tomar la filosofía en tiempos tan difíciles? La vivo con preocupación, sinceramente. Me preocupan las miles de familias a las que el coronavirus ha traído una desgracia y me preocupan los miles de enfermos en nuestro país y en el mundo, gente que está debatiéndose entre la vida y la muerte y muchos de ellos sufriendo posteriormente secuelas muy severas. La situación de nuestro sistema sanitario es también inquietante: la atención primaria está colapsada, muchos hospitales vuelven a tener las UCI llenas y me parece que estamos volviendo como sociedad a pedir a los sanitarios que sean héroes, y no es justo. Creo que merecen más personal, mejores condiciones y más medios para afrontar su trabajo. Creo que la filosofía debe analizar esta situación de una manera concreta y valiente. Y en ese análisis opino que la pandemia ha puesto sobre la mesa varias cuestiones. La primera es que en Occidente no podemos seguir pensando que somos superiores al resto; las sociedades asiáticas, ha quedado claro, han sabido manejar mucho mejor la pandemia, y con ello, salvar decenas de miles de vidas que aquí no se han salvado. Lo segundo que ha dejado claro la pandemia de coronavirus es la fragilidad de nuestro sistema económico. Sabemos que nuestro sistema económico, esta economía de mercado, recae cada cierto tiempo en crisis económicas por su propia dinámica. Pero es que además tampoco es un sistema que sea capaz de adaptarse a esta situación de epidemia, que en verdad lo único que exige es que limitemos los contactos interpersonales. Pero claro, eso genera una crisis tremenda en la hostelería y el turismo que se traslada a otros sectores y amenaza con arrastrar a toda la economía. Y eso nos pone como sociedad en la dramática tesitura de tener que elegir entre la salud y la economía. Este conflicto entre salud y economía es para mí el problema de fondo que está a la base de los debates políticos en España y otros países, muy broncos y frentistas por otro lado. Creo que urge repensar el modelo económico, la forma en que como sociedad tenemos de trabajar, producir y satisfacer nuestras necesidades, porque este modelo actual nos trae problemas graves.



Como especialista en su pensamiento, ¿qué papel y relevancia tuvo Hegel en el pensamiento de su tiempo, ahora que se acaban de cumplir 250 años de su nacimiento? Hegel fue sin duda un pensador de fama y prestigio enorme en su tiempo, no tanto al comienzo de su carrera filosófica sino sobre todo al final de su vida, como catedrático en la universidad de Berlín. Ya en su tiempo y hasta nuestros días, la obra más leída e influyente de Hegel es sus Líneas fundamentales de filosofía del derecho, de 1820, que recoge su filosofía política y del derecho. En el siglo XX han sido además tremendamente influyentes tanto sus Lecciones sobre filosofía de la historia universal, recogidas en apuntes por sus alumnos y publicadas póstumamente, como la Fenomenología del espíritu publicada en 1807. Hegel fue un continuador de Kant, un entusiasmado de la filosofía crítica de Kant y de la Revolución francesa. Para Hegel, igual que para Fichte y Schelling, Kant inició en el mundo de la filosofía una revolución equivalente a la que se inició políticamente en Francia en 1789. Kant inaugura una nueva filosofía, su pensamiento supone un antes y un después. Después de Kant, la filosofía no puede dedicarse a la cosmología –que además estaba siendo revolucionada por la nueva ciencia– ni a la teología o a la demostración de la inmortalidad del alma, entre otros temas de antaño. La filosofía, por contra, debe dedicarse a pensar la razón y la libertad, a elaborar un sistema de la razón cuya pieza clave, más aún, cuyo fundamento y también conclusión última sea la libertad. A ese proyecto dedica Hegel toda su vida: a elaborar un sistema de la razón y la libertad. Pero ese proyecto no sólo es la herencia de Kant. Es además la tarea que había dejado para la posteridad la Revolución francesa en 1789, cuando Hegel no tenía apenas más que 19 años. Recordemos que el proyecto revolucionario era dinamitar las estructuras feudales del Antiguo Régimen y fundar una sociedad basada en la igualdad, la libertad y la razón humanas. Hegel asume por completo la tarea, la tarea de esclarecer filosóficamente el significado de la razón y la libertad, una tarea filosófica, metafísica, para la cual dedica su gran obra: La ciencia de la lógica. Se trata de pensar razón y libertad en su raíz y de entender cómo razón y libertad se realizan, se concretan en el mundo. A ese estudio de la razón y la libertad, primero en su elemento más propio, el pensar, y después en su realización en naturaleza y espíritu, se dedica de lleno la filosofía hegeliana. Como he dicho, la fama le llega a Hegel en vida en su época de Berlín, donde arriba en 1818 para ocupar la cátedra de la Universidad y vive hasta su muerte en 1831. Es en esa época en la que Hegel se convierte en la gran figura filosófica de la por entonces todavía fragmentada Alemania. Sus lecciones en la Universidad de Berlín tienen una enorme resonancia y atraen a jóvenes intelectuales de Alemania y de otros países de Europa. Alrededor de su figura y su pensamiento se forma una escuela de importantes pensadores que protagonizarán muchos de los debates filosóficos e intelectuales del resto del siglo XIX alemán. Gracias a ellos tenemos a nuestra disposición no sólo las obras publicadas por el propio Hegel en vida, sino sus numerosas y extensas lecciones universitarias. Las últimas palabras de la última clase de Hegel, sobre filosofía del Derecho, las conocemos gracias a los apuntes de uno de sus discípulos: David Friedrich Strauß. Las leo, si no te importa: “Freiheit ist das Innerste, und aus ihr ist es, daß der ganze Bau der geistigen Welt hervorsteigt” (“La libertad es lo más interno –lo más profundo podríamos decir–, y a partir de ella se levanta todo el edificio del mundo espiritual”). Hasta sus últimos días fue Hegel eso, un pensador de la libertad. Posteriormente, como sabes, sus discípulos se dividieron en hegelianos de derechas y hegelianos de izquierdas, sobre todo enfrentados en torno a la interpretación de la filosofía de la religión de Hegel. Ahí estaban por un lado Marheineke, Göschel o Michelet, a la derecha, y por otro, a la izquierda, Bauer, Feuerbach, Heine, entre otros, y después, sin haber estado presente ya en sus lecciones, los propios Marx y Engels. Lo cierto es que las discusiones entre ambas partes se centraron en cuestiones religiosas y de interpretación de la filosofía de la historia o del derecho de Hegel, pero prescindieron de acudir a los fundamentos especulativos de la filosofía hegeliana, que se encuentran tanto en la Enciclopedia como sobre todo en la Ciencia de la lógica. Eso hizo, bajo mi punto de vista, que la disputa se independizase por así decir del pensamiento de Hegel y en ella entrasen cuestiones de raíz más política y social que tenían que ver con la Europa de la segunda mitad del siglo XIX. Surgió así la tendencia a discutir sobre la filosofía de Hegel o de hablar de Hegel sin acudir a sus textos, atribuyéndole ideas, sin duda interesantes a veces, pero que no se encuentran en Hegel, sino en versiones popularizadas del mismo, que hace que perdamos por el camino la verdadera riqueza de su pensamiento. En el peor de los casos esta tendencia ha acabado en verdaderas tergiversaciones que nada tienen que ver con el pensamiento de Hegel. Estoy pensando en la acusación de totalitarismo por parte Karl Popper, por ejemplo, o en la imagen de Hegel como filósofo de la Restauración prusiana. Quien conoce la filosofía de Hegel y la dinámica de su pensamiento sabe perfectamente que es justo lo contrario. Por eso es importante actualmente acudir a los libros del propio Hegel, a la Fenomenología, la Ciencia de la lógica o la Enciclopedia, aunque todo ello requiera un tiempo y un esfuerzo considerables. Y en eso estamos. ¿Cuál es la actualidad del pensamiento de Hegel? Hegel es hoy tremendamente actual. Es sin duda uno de los filósofos más leídos y debatidos actualmente. Me parece que el interés que aún hoy sigue teniendo la filosofía de Hegel se debe a varios motivos. Por un lado, tenemos en Hegel un pensador sistemático. Hegel nos ofrece una visión holística del saber y de la realidad, nos aporta una filosofía sistemática en la que los distintos saberes y las distintas cuestiones se entrelazan y conectan entre sí. Y esto es absolutamente necesario y reconfortante en la actualidad precisamente porque lo que reina es todo lo contrario: la tremenda parcelación de los saberes. El enorme avance de las ciencias naturales y sociales, así como la riqueza de los saberes humanísticos ha traído como consecuencia la especialización, que en muchas ocasiones nos priva de una perspectiva global. En la filosofía hegeliana encontramos precisamente esa unidad perdida del conjunto del saber humano. Y además, y esto me parece muy relevante, en el pensamiento de Hegel, en su sistema, encontramos una oportunidad real de recuperar esa perspectiva holística, y no sólo un ejercicio erudito de Historia de la filosofía. Creo que por sus características, el sistema de la filosofía de Hegel permite ser pensado también a día de hoy, incorporando en él los avances científicos y técnicos así como en los campos de las ciencias sociales, la política o la historia. Es decir, me parece que se puede reelaborar la filosofía de la naturaleza y la filosofía del espíritu de Hegel con los nuevos conocimientos y avances que tenemos hoy en día. Además, y esto desde la perspectiva estrictamente filosófica: en Hegel encontramos una filosofía sustantiva, una filosofía con contenido, que no se limita a pensar los últimos descubrimientos científicos o los acontecimientos políticos y sociales, sino que tiene su propio objeto de estudio: la razón, aquello que ya pretendiese Kant, establecer un sistema de la razón pura, y que Hegel llama Idea absoluta. Al final, como decía antes, de lo que trata la filosofía para Hegel es de dos temas centrales: razón y libertad, y nadie más que la filosofía puede desentrañarlos. Si mantuvieras hoy una conversación con Hegel, ¿qué te gustaría explicarle de cómo nuestro mundo ha cambiado respecto al suyo? Conectando con lo dicho anteriormente, con eso de que podríamos integrar los nuevos resultados de las ciencias y los nuevos acontecimientos históricos y políticos, creo que la conversación iría por ahí. En el uno de tus programas de radio del Círculo de Bellas Artes entrevistaste a Esther Lázaro, científica del CSIC, y entre otras cosas hablasteis de qué es la vida en sentido biológico. A Hegel eso le interesaría enormemente, conocer lo que sabemos a día de hoy acerca de la vida orgánica, pues la vida orgánica juega en su filosofía un papel crucial. La vida orgánica es la exposición real del concepto, es la Idea, es decir, la unidad de concepto y realidad, en su forma más inmediata. Ahí Hegel está pensando la vida como un todo orgánico, y es muy interesante contrastar su concepción con lo que hoy en día dice la biología acerca de la vida. Por supuesto habría que conversar también con él de los grandes avances que se desarrollan en las ciencias naturales a finales del siglo XIX y durante el XX, como el desarrollo de las geometrías no euclídeas en matemáticas o, en la física, la mecánica cuántica, las teorías especial y general de la relatividad de Einstein, la teoría del caos y muchos más descubrimientos que habría que incorporar a su filosofía de la naturaleza. Entrando en temas más políticos y sociales, habría muchas asuntos que tratar, pero sin duda habría que hablar con Hegel de una de las teorías fundamentales en la reflexión política, económica y social: el marxismo. No se comprende el siglo XX y ni siquiera nuestro siglo XXI sin entender el marxismo como crítica a la economía y a la sociedad y como proyecto político. Y me parece además que Hegel asumiría bien el marxismo dentro de su filosofía política. Las reflexiones de Hegel sobre el derecho y el Estado hicieron honda mella en aquel siglo XIX y en el posterior análisis de la política. ¿Qué podemos salvar hoy de las reflexiones hegelianas sobre el Estado? Considero que Hegel defiende en su filosofía política una idea que me parece que todos asumimos más o menos, a excepción del anarquismo, y es que no hay libertad sin Estado. No hay libertad sin organización política, sin instituciones y leyes. Esto en verdad lo sabemos en el fondo ya desde Platón. El error de la posición anarquista es contraponer libertad y ley, en una falsa dicotomía. Es al contrario: las leyes son la expresión de la libertad, el contenido de la libertad, los principios y reglas que todos nosotros nos damos a nosotros mismos. Es precisamente donde no hay ley, donde reina la injusticia y la tiranía del más fuerte, es precisamente allí donde no hay libertad, donde el ser humano no vive en libertad sino acechado por un estado de necesidad y precariedad constantes. La libertad individual sólo es posible en el Estado. Esto es una tesis puramente hegeliana que vale todavía a día de hoy. Es dentro del Estado donde la libertad se convierte en una realidad concreta y no en una proclama vaga. Es dentro del Estado donde el individuo puede desarrollar plenamente sus capacidades y su libertad, y aquí resuena también Aristóteles. En este sentido la constitución y las leyes, los mimbres del Estado, no son en ningún caso una limitación de la libertad, sino su realidad. El derecho, dice Hegel, es el ser-ahí de la libertad. Aquí entronca también la fundamentación de la propiedad privada por parte de Hegel, interesantísima, y otras muchas cuestiones de las que todavía a día de hoy podemos sacar mucho partido. Hay muchas cosas que se pueden salvar hoy de las reflexiones hegelianas sobre el Estado, pero entre ellas yo destacaría su análisis de la sociedad civil. Hegel renconoció con una genial perspicacia la dinámica en la que se ve atrapada la sociedad civil, la creciente desigualdad que genera su propia dinámica, e intentó pensar mecanismos correctivos desde la política. El problema que Hegel señaló sigue estando más vivo que nunca, y creo que la perspectiva que tiene Hegel de la solución, que debe ser de carácter político, sigue vigente. En resumen, hay todavía mucho que aprender de la filosofía política de Hegel. Hegel apostaba por un sistema autoconclusivo en el que la Idea, o el Absoluto, llegaría a coincidir con el devenir de los tiempos. De hecho, por aquel entonces no eran pocos los que creían que la plenitud de la humanidad estaba cerca. ¿Dónde queda hoy, a la vista de las onerosas circunstancias, aquel legado hegeliano? Es cierto que la reflexión hegeliana sobre el devenir histórico y sobre el progreso de la historia ha hecho correr ríos y ríos de tinta. Las Lecciones sobre filosofía de la Historia, sobre todo su introducción, son uno de los textos más leídos y conocidos de Hegel. Ahí aparecen ideas como que la filosofía de la historia es una teodicea, una justificación de Dios, haciendo referencia al problema del mal, la idea de la astucia de la razón y una serie de afirmaciones que son, no cabe duda, bastante cuestionables, más aún teniendo en cuenta la historia del siglo XX. No obstante, a mí personalmente me resulta muy útil comprender la filosofía de la historia de Hegel dentro de su lugar en el conjunto del sistema de la filosofía. Si acudimos a la Enciclopedia de las ciencias filosóficas, que expone resumidamente todo su sistema, o a la Filosofía del derecho, vemos que la reflexión filosófica sobre la historia universal viene después de las reflexiones en torno al derecho internacional. Y esto en Hegel es crucial, porque en su filosofía, el orden es clave: cada tema, cada contenido del pensar, surge o emerge necesariamente de lo anterior, de manera que podemos estar seguros de que, en Hegel, la reflexión filosófica sobre el derecho internacional desemboca en la necesidad de tematizar la historia universal. Explicado sucintamente, el problema es el siguiente. Hegel no tiene mucha confianza en instituciones supranacionales ni en tratados internacionales que regulen las relaciones entre Estados. Los pactos entre Estados duran lo que tarda una de las partes en romperlo, y a nivel internacional tenemos una suerte de estado de naturaleza, una situación de amenaza constante entre Estados, de guerra latente cuando no abierta. El derecho internacional carece de poder coercitivo y se queda, por decirlo claramente, en papel mojado. De manera que la libertad alcanzada está constantemente amenazada por la guerra. ¿Cómo salimos de esta tesitura? ¿Hay razones para pensar, para esperar una solución a esta encrucijada? Éste, creo, es el problema de partida de la filosofía de la historia universal. Lo mejor, a nivel internacional, para un Estado donde reine no la tiranía, sino la libertad y el derecho, es estar rodeado de Estados libres como él. Ahora bien, ¿qué esperanza cabe albergar en ello? Es aquí donde se sitúa la reflexión sobre la historia. Y al analizar filosóficamente la historia, Hegel llega a una conclusión fundamental: la Historia es desarrollo paulatino de la conciencia de la libertad. En la historia se desarrolla poco a poco el autoconocimiento del espíritu, la toma de conciencia del espíritu de su propia esencia, y esa esencia es la libertad. La historia es, así, el abrirse paso de la conciencia de la libertad en la humanidad, el desarrollo paulatino del valor de la libertad de las personas y los pueblos. La culminación de este proceso es la Revolución francesa, el hito histórico por antonomasia para Hegel. La Revolución francesa es la confirmación de esta tesis hegeliana: el momento histórico en el que la humanidad rompe sus cadenas, reconoce la libertad como su esencia, se rebela contra la tiranía y establece una sociedad de individuos libres e iguales. La tiranía podrá retornar posteriormente, y en efecto así ha sido, pero lo hará ya como tiranía, como un régimen injusto, no como algo natural, sino como algo condenable y execrable, y algo que antes o después habrá de ser derribado. Dicho en pocas palabras: cuando la humanidad reconoce que la libertad es su esencia y su bien más preciado, a la larga no acepta otra cosa.


Descendamos a la realidad: en tiempos en los que todo se ve bajo el signo de la utilidad, ¿cuál crees que debe ser la posición de la filosofía en la implicación con los problemas que afrontamos, y el de las humanidades en general? El problema de la utilidad es que su visión es muy limitado. Las ciencias aplicadas y la técnica dan soluciones a problemas concretos, pero hemos visto claramente en estos meses de pandemia, si es que no estaba claro ya desde antes, que la valoración de los problemas y de las soluciones, la decisión de lo que es urgente y lo que es prescindible, incluso la identificación de qué es un problema y qué no lo es tanto, son cuestiones que tienen una dimensión eminentemente política y moral. La pobreza o la falta de acceso a la vivienda se tratan como problemas urgentes sólo si hay una perspectiva política y ética detrás que empuje con fuerza en esa dirección, pero nuestra sociedad no parece reconocerlos ahora mismo como problemas acuciantes. Las medidas técnicas, por tanto, útiles para frenar los contagios en una situación en la que carecemos de vacuna, por poner el ejemplo más candente, se conocen desde hace tiempo, pero la decisión de tomar esas medidas, o en qué grado de intensidad, no responde simplemente a la lógica de la utilidad. Por eso digo que el mantra de la utilidad tiene un recorrido muy corto. En este punto la filosofía y las humanidades deben jugar su papel: el de saberes libres, que no se someten a nada ni a nadie, que sirven para cuestionar, para denunciar, para despertar conciencias, y también, fundamental, para hacernos reflexionar sobre lo verdaderamente importante y necesario, sobre lo verdaderamente valioso. La posición de la filosofía y las humanidades en general en nuestra sociedad es, a mi juicio, fundamental.


Fuente:

https://elvuelodelalechuza.com/2021/08/03/rafael-aragues-experto-en-hegel-cuando-la-humanidad-reconoce-que-la-libertad-es-su-esencia-y-su-bien-mas-preciado-a-la-larga-no-acepta-otra-cosa/




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