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Josep Maria Esquirol

«En nombre del Bien se ha hecho mucho mal»

En «La penúltima bondad», el filósofo indaga sobre el sentido de la vida humana



Hace tres años, con «La resistencia íntima»,Josep Maria Esquirol enriqueció el panorama -no siempre satisfactorio- del ensayismo español. Reconocido con el premio Nacional de Ensayo, este profesor de Filosofía de la Universidad de Barcelona con treinta años de docencia y una decena de títulos publicados aporta un nuevo mojón en su exploración de la «intemperie» que marca la vida humana con «La penúltima bondad» (Acantilado-Quaderns Crema). Esquirol no se plantea el trabajo filosófico como un trayecto prefijado, sino como una sucesión de tramos. La trilogía del «vivir, pensar y amar» como eje del ser humano no se cumple en el Paraíso terrenal que nos venden los totalitarismos, sino en lo que el filósofo topografía como «las afueras». Ante la imposibilidad de recurrir a las grandes palabras, el ensayista funda su reflexión sobre la concreción de cada gesto y cada concepto. Así, la «pasividad» no es la inacción, sino la capacidad de sentirse afectado y sensible por lo que ocurre a nuestro alrededor: «Pasión y pasividad se avienen», matiza.

Cuando uno deja de sentirse interpelado, sobreviene la indiferencia. Al acabar la Segunda Guerra Mundial, Adorno llamó la atención sobre la frialdad de quienes planificaron Auschwitz y Arendt acuñó el concepto de banalidad del mal, recuerda: «Banalidad significa que el mal se transmite muy rápidamente y que todo lo que se genera, también degenera». El mayor pecado del nazismo prosigue, «fue el de la soberbia, mirar a los otros desde una presunta superioridad». Si tuviera que poner una etiqueta a su pensamiento, Esquirol opta por la «anarquía franciscana», aunque a algunos les pueda sonar a buenismo. En su preocupación por los significados, el autor subraya la diferencia entre el bien y la bondad: «La bondad siempre es más profunda que el mal y en nombre del Bien se ha hecho mucho mal», afirma. Acompañar al lector en una vida que no es una tarea finita y recuperar los valores de la Ilustración son los objetivos del filósofo catalán: «La famosa “inteligencia emocional” debiera ser “sentir inteligente” y la Libertad y la Igualdad no son posibles sin la Fraternidad que es lo que mueve realmente una sociedad de libres e iguales», concluye. de sentirse interpelado, sobreviene la indiferencia. Al acabar la Segunda Guerra Mundial, Adorno llamó la atención sobre la frialdad de quienes planificaron Auschwitz y Arendt acuñó el concepto de banalidad del mal, recuerda: «Banalidad significa que el mal se transmite muy rápidamente y que todo lo que se genera, también degenera». El mayor pecado del nazismo prosigue, «fue el de la soberbia, mirar a los otros desde una presunta superioridad». Si tuviera que poner una etiqueta a su pensamiento, Esquirol opta por la «anarquía franciscana», aunque a algunos les pueda sonar a buenismo. En su preocupación por los significados, el autor subraya la diferencia entre el bien y la bondad: «La bondad siempre es más profunda que el mal y en nombre del Bien se ha hecho mucho mal», afirma. Acompañar al lector en una vida que no es una tarea finita y recuperar los valores de la Ilustración son los objetivos del filósofo catalán: «La famosa “inteligencia emocional” debiera ser “sentir inteligente” y la Libertad y la Igualdad no son posibles sin la Fraternidad que es lo que mueve realmente una sociedad de libres e iguales», concluye.


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