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Atajos....



Óscar Sánchez Vadillo


196- El libre albedrío es una idea muy desacreditada hoy, al menos en el plano teórico, pero que tiene una gran ventaja, como me hizo ver un amigo una noche. La siguiente: que es sencilla, hace el juego sencillo. Está por un lado el bien, está por otro lado el mal, y en medio está tu voluntad, eso es todo. Me parece muy como de película de aventuras, siempre hay en ella un momento crucial en que el héroe sufre una tentación y tiene que decidir. En ese instante no valen eximentes o agravantes, el héroe valora la situación siendo absoluto dueño de todo su ser y decide en consecuencia. Yo no sé si en la vida real pasan esas cosas, pero molaría. Seríamos como pilotos de nuestra propia vida, siempre guiando el vuelo con la palanca bien agarrada. Aunque uno se diga determinista (que no es más que la postura contraria al liber arbitrio, y por tanto tan vieja como él), no podrá negar que más nos vale a todos tener esa palanca bien agarrada, por si vienen curvas…

 

 

 

 

 

197- El rock tiene eso, que es como fisiológico, cosa que no ocurría con la música clásica, tan espiritual… Desde hace poco más de sesenta años los humanos comemos, dormimos, trabajamos, follamos y escuchamos música sin cesar. Es todo del mismo orden corporal. Las demás artes no han logrado esa organicidad. Por eso el rock siempre consiste en la eterna lucha entre ser asimilado o no por el cuerpo social, al que pertenecen también los mercaderes. El London calling de The Clash estuvo como a medio camino entre la ruptura del equilibrio cultura/mercadería y su reestructuración. Ahora es algo casi totalmente asimilado, como un remolino en el pelo que no se nos deja del todo peinar…

 

 

 

 

 

198- El Crack, la película, tenía un guionista colaborador de Garci, así que entiendo que era él el verdadero “crack”, porque la tercera que más tarde rodó Garci con otro actor no le llegaba ni a la altura del betún. Las historias de detectives deberían ser las historias de algo así como el último hombre justo en una ciudad e incluso en un mundo de mierda. Ese hombre, ya que no puede más que sufrir el desarraigo no únicamente de estar solo, sino de vivir acosado por la impostura de las virtudes que sólo él posee pero en su propio perjuicio, sobrevive a duras penas y carga con un dolor indecible y oscuro. Sorprendentemente, Alfredo Landa, cateto a babor, fue ese hombre en dos películas memorables y excelentes. En cambio, en el Crack cero se intentó dar forma a ese dolor, y el resultado es un tópico aborrecible, con final de autocita -otra venganza personal, pero esta vez con el beneplácito de las autoridades. Únicamente el personaje del Moro está bien logrado, aunque sólo sea por el simple hecho de que no se puede fallar en todo…

 

 

 

 

199- Y es que, si hay un Diseño, una Selección o una Evolución metaempíricas, por muy naturales e inmanentes que las quieras… ¿por qué no operan bajo sus condiciones más óptimas desde el principio? ¿Por qué no nacemos ya con las marcas de nuestra tribu, con el detector de tigres, o con el gusto que reconoce lo venenoso? ¿Para qué el “dramático trabajo de lo negativo”, que decía Hegel, es decir, por qué tantos pobres antepasados se han envenenado (ya se sabe, por cierto, que todas las setas del mundo se pueden comer al menos una vez…), o se los han comido los tigres, o los han ejecutado por traidores?… ¡¡¿Por qué, Diseño, por qué, en beneficio de qué andas tú tan afanado diseñando adaptaciones y ventajas indirectas para tus criaturas si luego sin embargo acabas matándolas cruelmente?!! (¿O es que acaso no se puede preguntar por el Beneficio Propio del Gran Beneficiador?…)

En resumidas cuentas: vaya con el Diseño, qué caprichoso es. Él tiende a mejorar todo y a todos, pero no sin poner obstáculos absurdos en el camino, tal vez para hacer más entretenido el espectáculo… Me parece que toda Teodicea termina en estas paradojas, incluso la Teoría del huevo.

 

 

 

 

200- En diciembre de hace dos años publicaron la última recopilación, hasta hoy, del mundo de Huerta, Hoppers 13, en La cúpula. La han titulado “¿Soy como me ves?”, que es uno de los capítulos. Definitivamente, Maggie y Hopey tienen ya mi edad, y la segunda incluso un hijo crecido. El álbum se plantea como un viaje nostálgico a aquella juventud -la mejor juventud-, con flashbacks inéditos, pero es tan bueno como de costumbre. Las chicas se hacen viejunas, pero el arte narrativo de Jaime Hernández nunca. Yo quiero mucho a Alan Moore, que en cierto modo tiene más mérito, porque Moore son muchos Moore, mientras que Jaime sólo es él mismo, pero el encanto del mejicano es mayor, no se puede evitar. Tiene que haber todavía una continuación a este ir frenando, porque la historia termina triste, con una Hopey que, tan poco sentimental como siempre, evita enrollarse con Maggie y no se apea del burro. Pero como Izzy sabe de siempre, eso es un imposible, están más hechas la una para la otra que uña y carne, culo y mierda. En fin, que no decae, y que, cuarenta años después, sigue siendo el mejor cómic del mundo…

 

 

 

 

201- Padecemos, en nuestra cultura, una fuerte veta de lo que yo llamo “socratismo”, que consiste en hacer creer a los demás que se posee una gran belleza interior a costa de despreciar cuidadosamente el aspecto exterior. Además del ilustre ateniense, tenemos a Don Antonio Machado, por ejemplo, con su verso acerca del “torpe aliño indumentario”, o el James Rhodes ese, que se ha traído a nuestras tierras esos pelos de presunto genio de la música, o, yo qué sé, cualquier pintor de Montmatre, cuánto más guarro más bohemio y más genial. A Sócrates, que nació muy feo en la sociedad del culto a la belleza/macho, hay que reconocer que le fue muy bien con el truco de darle la vuelta a la tortilla, tanto que toda una religión, la nuestra, lleva dos milenios adorando santos viejos y barbados y a un señor hecho trizas y ensangrentado expuesto como una cecina en una cruz. Aristóteles, en cambio, que portaba un anillo en cada dedo, hubiera cortado de raíz de haber podido esa tradición de feísmo y exhibición impúdica del alma desnuda -únicamente en los varones, por descontado- bajo la admonición, que no me consta como literalmente suya pero sin duda late en su concepto de civismo, de que no basta con ser bueno y virtuoso, además hay que parecerlo…

Lo malo es cuando se lleva esta otra tendencia al extremo contrario, y entonces el aparecer encubre el no-ser de manera tal que una chica de 15 que ayer cambio su look entiende que con ello ha remozado también su personalidad aunque siga diciendo “¡estoy hasta la polla!” cada cinco minutos, o ese hábito de los países ricos que quitarse el bajón yendo de compras -el americano go shopping-, o Beau Brummell, del que se cuenta que era incapaz de sostener la más simple de las conversaciones…

 

 

 

 

202- (Lionel Messi) Pues yo creo que más vale que este hombre llore ayer y sonría hoy. Que lo pase bien en la cresta de la ola, porque el gran reto viene después. No me cabe duda de que las gestas que ha llevado a cabo y aún tiene por delante constituirán no pequeño desafío, uno que no está a la altura de la mayoría de los mortales. Pero lo que viene después sí que será digno de la fortaleza de ánimo propia de los verdaderos héroes (J. J. Rousseau ganó no sé qué concurso defendiendo que la cualidad del héroe es la fortaleza de ánimo). Porque después habrá que retirarse necesariamente y tratar de vivir con la gloria a cuestas pero sin vivir a sus expensas. Los futbolistas en esto tienen muy mala suerte, y si no véase la existencia desquiciada de Dieguito. Hay otras profesiones en las que la gloria viene menos subida, pero a cambio dura más tiempo. Se puede ser Bono, de U2, por ejemplo, y seguir en activo hasta el último minuto y creando belleza hasta el penúltimo día. El fútbol de por sí es más cruel, no porque nadie lo quiera así. Te retiras y si eres Emilio Butragueño puedes ir saliendo de escena poquito a poco, cambiando los pantalones cortos por el traje a medida, sin que nadie se dé cuenta. Con Messi eso no va a ocurrir. Está tan arriba que no se va a poder escaquear, primeramente de sí mismo. Tú imagina ser Messi, haber sido Messi, y echar barriga, quedarte calvo, que tus asesores financieros te engañen, que raleen los fotógrafos a la puerta de tu casa, que tus hijos adolescentes se metan speed, que te llegue la hora del divorcio multimillonario y que aun así tengas tanto dinero que no seas capaz ni de mover un dedo por ti mismo -algo que en su caso ya ocurrió con sus líos con Hacienda…

No obstante, supongo que merece la pena. Sólo quería poner aquí la nota discordante, el memento mori, la moralina chunga, porque no sé si Messi o Cristiano o tantos otros son conscientes de la trampa en la que están metidos (y en la que nos meteríamos todos corriendo si pudiéramos, todo hay que decirlo…)

 

 

 

 

203- (Ter) Antes de la posmodernidad, Richard Wagner se levantaba por la mañana, se metía su dosis de opio para sentirse grande, componía toda la mañana música sublime para el engrandecimiento de la Alemania de Bismarck y luego bajaba a comer soltando un “habría que exterminar a todos los judíos”. Su música era realmente grandiosa, pero la posmodernidad consiste, entre otras muchas cosas, en la reflexión tras un siglo bastante negro de que quizá tanta grandeza no merezca mi mereciera finalmente la pena. La arquitectuber Ter propone tomar como patrón universal de medida el trasero de la Kardashian en vez del Modulor de Le Corbusier, y eso, sin duda, es pecado académico mortal, pero Le Corbusier y Alvar Aalto, archiarquitectos funcionalistas, tuvieron su periodo filo-nazi, mientras que las nalgas de Kim difícilmente podrían hacer daño a nadie. Quizá en eso consista la cultura hoy, en banalización aposta, en eso que decía Ortega y Gasset de la cultura como servicio a la vida, y no al revés. Por descontado que la noción de performance que maneja Ter es conceptualmente incontrolable y vaga, ya que la aplica lo mismo a un TikTok que a Marina Abramovic o que, pongamos, a un presentador de la 1 que se saca un moco en directo. Pero Ter saca el tema porque le ha germinado en la cabeza, y seguirá dándole vueltas a la vez que gente del s. XX como yo le vayamos poniendo pegas. Es decir, está ahí, pensándolo delante de ti, tratando de verbalizarlo como quien dice en tiempo real. Ningún otro “cultuber”, que yo sepa, pero ninguno, hace eso. Excepto Ernesto Castro -pero la Filosofía también se puede transmitir horrorosamente, como demuestran otros a soldada del BBVA-, lo que cunde es divulgación en el sentido francés de “vulgarización”. Di-vulgarizar la ciencia, di-vulgarizar la musicología, sin decir nada original y dirigido a un público que sencillamente jamás se acercará a un libro, y por eso se come ese potaje pobre (pero, bueno, al menos se lo come...)

 

 

 

 

204- Por lo visto, en la India (la India de Shere Khan, sin duda uno de los mejores libros de relatos de la Literatura Universal), cuando un tigre merodea una zona y ataca a los animales de los granjeros, éstos creen identificar un patrón común en sus incursiones que le singulariza, hasta el punto de que en cada ocasión se le pone un nombre. Es decir, que entienden que no pueden ser varios tigres, sino tan sólo uno, “el” Tigre, como si encarnase la amenaza absoluta, como si fuera tan único y merecedor de una gracia particular como Satán… Ocurre igual con el tigre de William Blake -de donde, claro, lo saca Borges, ese genio del apropiacionismo-, que es “el” tigre, individuo y especie a la vez, terrible simetría, como los ángeles de Santo Tomás.

Supongo que en África sucede más o menos lo mismo con los leones, hasta el punto de que “simba” significa león y significa también el nombre propio del león más temible de cada localidad. Pero todo esto se va a perder inexorablemente en las próximas décadas, si es que no ha ocurrido ya, y dentro de poco los grandes y bellísimos felinos no serán más que mascotas domésticas de capullos integrales como Jesulín de Ubrique…

 

 

 

 

 

205- Tanta matraca con “la pregunta por el ser” cuando todos esquivan disimuladamente “la pregunta por la nada”. En Sartre, si no recuerdo mal, la respuesta es más antropológica que ontológica: hay “nada” en tanto que el existente proyecta su deseo y su expectativa sobre una situación determinada y no encuentra satisfacción de objeto, por así decirlo. Así, si yo busco a mi amada en un restaurante (por poner un ejemplo pijo del estilo existencialista) y no la hallo, entonces me acontece la nada, en el sentido más concreto de que me han plantado olímpicamente. Pero se puede ir más lejos.... ¿Por qué a la filosofía occidental le cuesta tanto, le ha sido tan pesado, inextricable, confuso y esforzado interrogarse por el ser y no por la nada, cuando, bien mirado, del ser tenemos una constatación empírica directa e incesante, mientras que la nada, con Bergson, no es más que un pseudoproblema intelectual? Invirtamos la perspectiva: ¿por qué no iba a ser el ser, y no la nada? Contra Tomás, y contra Leibniz, es mucho más razonable. Parece que asumir el ser como realidad primera es algo que comporta culpa, que no nos merecemos, que no nos hubiéramos ganado por nosotros mismos quién sabe cómo y por qué (no únicamente los hombres, también el resto del reino de lo ente), de manera que “lo normal y previsible” hubiera sido el no-ser. Y un carajo. Difícilmente se oculta en esta estrategia una trampa de carácter sospechosamente religioso que consiste en intimidar al que pregunta haciéndole sentir que si existe es a causa, y bajo el chantaje, de una deuda. Horrible y absurdo, teniendo en cuenta que nadie hemos elegido nacer, a no ser que creamos en la teoría de los nonatos de Samuel Butler (Erehwon). Porque en caso contrario, no hay deuda, más bien sería el mundo el que tendría que dar razón ante nosotros del hecho molesto de habernos sometido a sus dificultades y miserias. De modo que sí, que tal vez la pregunta por la nada pudiera ser más liberadora y más comprensiva a su manera, creo yo, que la clásica pregunta por el ser....


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