Óscar Sánchez Vadillo
180- La areté fue el gran tema clásico, su preocupación por antonomasia, y hasta los cristianos tuvieron que adoptarlo por la vía escapista de trasladarlo al hieratismo celeste. Curiosamente, la areté ya era, intrínsecamente, autosuficiente o autárquica, e incluso el propio Dios cristiano es, ante todo, autárquico, lo cual deja fuera la compulsión de adquirir cosas, o experiencias, que sólo podrían desbordar la propia definición, enloqueciéndola. Fue el protestantismo quien cambio esta tradición, pero no inicialmente, lo cual es ya es otra historia. Hoy por hoy, no hay muchos pensadores que reivindiquen la virtud, y todos, hasta donde yo sé, son filósofos. Macintyre, por ejemplo, de un modo algo nostálgico; un primer Deleuze y un último Foucault, muy lateralmente. Lo que vengo a decir es que, mientras que para los clásicos es claro que la felicidad sería un resultado o, cuanto menos, un timbre de la virtud, ahora queremos una felicidad inconsistente, regalada, compuesta de un deshilachamiento de puras sensaciones incontrolables, y así nos va…
181- Los ordenadores sólo tienen ¿cuánto?... ¿ochenta años?... y estamos tan fascinados con su invención que ya creemos que son nuestro espejo, o peor: que nosotros somos su espejo. Prefiero decir que Beethoven se expresaba en la Pastoral, expresando a la vez la sensibilidad de una época, en vez de decir que Beethoven procesaba y emitía música. En mi opinión, y no sólo en la mía, si quieres saber cómo funciona una mente, fíjate en el lenguaje. La frase, por ejemplo, “las chicas buenas van al cielo; las malas, a todas partes”, es de una sofisticación tal que habrá que esperar milenios para que una máquina meramente la entienda, por no hablar ya de concebirla…
182- (Thomas Pynchon) Lo de Pynchon es una especie de bucle obsesivo, una estructura psicótica. Yo que he leído más bien poco de lo suyo, siempre encuentro en sus voluminosas novelas al jipi unido íntimamente por el odio y el amor a lo que en las viñetas de los sesenta de Gilbert Shelton llamaban un “estupa”. Mi hipótesis, por tanto, siempre ha sido que el célebre escritor incógnito, valga el oxímoron, es un jipi avejentado o un ex-jipi que se empeña fundamentalmente en dos cosas: la primera, en demostrarnos que aquello tuvo más profundidad de la que creemos, ahora que sólo sabemos reírnos de la generación de las flores; la segunda y principal: vengarse… Vengarse con una tonelada de páginas muchas veces brillantes, otras veces ridículas, y, en conjunto, más sugerentes que claras, de manera que en ocasiones el castigo cae más sobre el inocente lector que sobre los odiosos esbirros de Ronald Reagan o sus antecesores. No creo, por todo eso, que se vaya a adaptar al cine a Pynchon más en el futuro: sería todo terriblemente familiar… Y no creo, tampoco, que en España sus proyecciones paranoicas vayan a tener la misma repercusión que en EEUU, pese a que así lo quieran las editoriales, porque aquí nos perdimos todo eso, más por desgracia que por suerte.
183- (The Old Ones) Llevaba un tiempo preguntándome por qué Lovecraft se empeña en que sus Primigenios son tan radicalmente malvados. Por feos y repugnantes que resulten, fueron, y todavía son, como dioses, incluso más que dioses: fundan civilizaciones, dan lugar a ritos, escrituras y urbanismos, sus súbditos les adoran durante miles de años, su pensamiento es muy superior al humano, reinan sobre múltiples dimensiones, también matemáticamente sublimes, etc. ¿A qué viene que protagonicen cuentos de terror, y no de estricta ciencia-ficción, aparte del mero hecho de que la diferencia no era tampoco tan grande en aquella época? Creo que la respuesta puede estar en que los Primigenios representan la perfidia absoluta porque son extremadamente viejos, porque ya dominaron la Tierra hace millones de años y pretenden volver a hacerlo ahora. Lovecraft entrevió eso, quizá sin darse cuenta: por su inconmensurable poder, los Primigenios se arrogan el derecho de gobernar o destruir a las criaturas inferiores, pero, por su increíble vejez, ese es un derecho aterrador, inmensamente perverso.
Las leyes han de ser las leyes actuales, que expresen el modo de ser de los vivos y sus costumbres, no siempre se ha visto así pero hoy resulta incuestionable.
184- El principio de contradicción se cumple en el tiempo: no se puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido, dijo Aristóteles. Pero el pluralismo ontológico es topológico, no temporal: lo que es válido aquí, es distinto allá, y el espacio (lógico) permite contradicciones siempre y cuando el campo de juego cambie: no puedo tocar con las manos la pelota en el fútbol pero en el baloncesto sí, sin que mi personalidad entre en contradicción. Con lo humano sucede lo mismo: las niñas son un pedazo de materia (determinista) en el laboratorio, pero un encanto caprichoso (y libre) en casa. Reducir lo segundo a lo primero no es que sea monismo, que lo es -el de Gustavo Bueno, por ejemplo, cuando defendía la pena de muerte-, es que es delirante y homicida.
185- Una amiga me contó que Freud dio una entrevista en la revista Time. No la he encontrado, y hay quien dice que lo que voy a contar es apócrifo. Allí, según parece, se le preguntó en qué consistiría entonces estar sano, o cuerdo, o “normal”, en un lenguaje que hoy es tabú; según dice la hablilla, contesto: “en estar en perfecta disposición de amar y trabajar”. Todavía hoy, y hasta que se me ocurra una objeción al respecto -puesto que contra su doctrina se me siguen ocurriendo objeciones seguramente inválidas-, me parece una respuesta sencilla y perfecta.
186- Trabajo con adolescentes, y puedo decir que son sencillamente tontos, la gran mayoría. No en un sentido insultante -muchos son muy majos-, sino en uno estrictamente diagnóstico. El niño que fueron antes era mucho más listo que ellos, que se han dejado llevar por la moda que sea y gustan de travestirse en lo que no son. Me di cuenta ayer de que los niños jamás se miran en los espejos; el adolescente no hace otra cosa. Será que están formateando la cabeza, será que ya saben mucho pero no cómo asimilarlo o emplearlo, lo que sea… La naturaleza es sabia y por eso fabrica adultos.
187- (Videogames) No niego que no puedan existir mejores interacciones en los videojuegos del futuro, pero actualmente nos enfrentamos al desastre. Madres que vienen a ver al profesor para preguntarle por qué su hijo no sale con chicas o suspende, y la respuesta habitual es que se pasa la tarde con la videoconsola. Mis alumnos más pequeños de Secundaria no hacen mucho más los fines de semana, y si les preguntas por las vacaciones, algunos han “desarrollado sus habilidades cognitivas” machacando la consola durante diez horas al día durante dos meses, en una casa, eso sí, cercana a la playa. El videojuego favorito de todos es Grand Theft Auto, donde contratas a prostitutas, atropellas a gente en la acera y negocias con droga. Otro de mis alumnos, de 17 años, me decía el curso pasado que los videojuegos ayudan a saber tomar decisiones. No me quiero imaginar a ese chico de diputado, por ejemplo (quizá en la Bolsa…) En Japón, donde la industria del videojuego es reina, existe esa palabra, “hikikomori”, que en los adolescentes se relaciona con encerrarte durante años en tu habitación y pasar horas y horas delante de una pantalla. Los “hikikomori” europeos o norteamericanos están a la vuelta de la esquina…
Me parece, en conclusión, interesantísimo que se investiguen los videojuegos y sus consecuencias, pero sociológicamente, y no sólo neurocientíficamente hablando. Creo que los videojuegos representan hoy un chollo descomunal para cualquier poder existente, y pienso que, según se vayan perfeccionando, su capacidad alienante irá a peor. Si yo fuese un dictador horrendo y corrupto de un país africano los fomentaría entre la población. Voy a ir todavía más lejos: ¿qué es “Matrix”, esa metáfora de la película homónima? Matrix, en el mundo real, van a ser poco a poco los videojuegos…
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