El mensaje que nos ofrece el pensador norteamericano Henry David Thoreau, de una vida sencilla, libre y en sintonía con la naturaleza, ha atraído a millones de personas a lo largo de los últimos siglos, incluidas figuras de tanto renombre como Lev Tolstoi o Mahatma Gandhi.
Por Jaime Fernández-Blanco Inclán
Dentro del mundo de la historia de la filosofía hay opiniones para todos los gustos. Hay pensadores que resultan insoportables, ya sea porque son aburridos, soberbios, inmorales, hipócritas, abiertamente oportunistas, etc. De la misma manera, nos encontramos otros que nos resultan tremendamente atractivos por ser divertidos, sagaces, carismáticos o deliciosamente polémicos. Esto hace que, lo mismo que en todas las demás disciplinas, desarrollemos con cada autor una relación muy personal y peculiar, que puede ser tan profunda y dinámica como la que tenemos con personas de nuestro entorno.
«Un hombre no puede medirse únicamente por la virtud de las acciones que describe, ni por la sabiduría de los pensamientos que expresa, sino por lo libre que es y que se percibe que es». Henry David Thoreau
El diario de Henry David Thoreau (Capitán Swing).
Desde esta visión, puede que pocos autores caigan tan bien como el fabricante de lápices, agrimensor, jardinero, secretario, profesor, conferenciante y filósofo estadounidense Henry David Thoreau. Tanto su pensamiento como sus experiencias vitales han despertado la curiosidad de generaciones enteras. Un hombre al que muchos querríamos haber conocido.
Pero por interesante que fuera el pensamiento de Thoreau, de nada serviría si leerlo fuera un ejercicio insoportable. Su estilo, cercano y de gran camaradería, ha tenido mucho que ver en su éxito como autor. Su prosa, ágil y efectiva, está libre de complicadas digresiones, oscuras metáforas o reflexiones pedantes. La sensación que produce es tan cómoda que casi dudamos de su papel como filósofo, si es que podemos definir como tal a este paseante impenitente y ermitaño vocacional. Quizá sea quedarse corto. Lo único cierto es que resulta difícil no contagiarse de las palabras de Thoreau y la prueba es el sinnúmero de personajes célebres a lo largo de la historia que se han visto atraídos por su trabajo. Y no solo por el mensaje en sí, como decimos, sino también por la forma. Junto a Ortega y Nietzsche, Thoreau es uno de los pensadores mejor dotados para el aforismo y sus palabras «nos golpean en la cara como una ráfaga inesperada de aire fresco y vivificador». Y es que, leyendo al autor estadounidense, uno no puede dejar de convencerse de que existen otras maneras de enfocar la vida, mientras crece en nosotros el deseo de experimentarlas.
La libertad de la sencillez
Lo más llamativo de la obra de Thoreau sea quizá la tremenda sensación de liberación que transmite. Más que ningún otro personaje de su época, nuestro protagonista persiguió la libertad por encima de todo, pues creía que a través de ella podría ser lo que siempre había deseado: él mismo. Toda su obra gira en torno a ese planteamiento: la fidelidad a lo que se es y el derrumbamiento de aquellas barreras que se interponen entre uno y su objetivo. En el rechazo de Thoreau a gobiernos y burócratas, en su alergia a la sociedad, en su desprecio por la mera riqueza, en su amor a la naturaleza y en su pasión por la soledad, aparece siempre la misma idea como telón de fondo: «dejadme vivir a mi manera».
«Me conformo fácilmente con una felicidad ligera y casi animal. Mi felicidad es parecida a la de las marmotas». Henry David Thoreau
Aunque se le han asociado motivaciones ideológicas interesadas, el pensamiento de Thoreau es totalmente independiente. Lo interesante de su modelo es la aparente facilidad que, supuestamente, tenemos para vivir y alcanzar la felicidad. Él es la prueba de que contaminamos nuestra propia existencia con un exceso de deseos, comodidades y anhelos de éxito –mal entendidos–, cuando podríamos vivir de una manera infinitamente más plena limitándolos o renunciando en buena parte a ellos. Y todo esto sin caer necesariamente en radicalismos. Recordemos que Thoreau se alejó de la sociedad, pero sin romper con ella o renunciar a sus verdaderas virtudes. A fin de cuentas, en la laguna de Walden construyó su cabaña en las tierras de su buen amigo Emerson, a apenas dos kilómetros de su ciudad natal. Lo suficientemente lejos para experimentar la soledad y libertad que anhelaba y lo suficientemente cerca para volver en caso de urgencia. Supo recoger lo mejor de ambos mundos, adecuando su vida al ideal que anhelaba, sin preocuparse de las consideraciones al respecto de los demás.
La vida en los bosques Walden, de Henry David Thoreau (Errata naturae).Thoreau es un personaje célebre por muchos de sus trabajos, pero el que más pasiones ha despertado –aunque quizá no el más influyente– es Walden, la vida en los bosques, una especie de diario en el que Thoreau reflejó la vida que llevó durante un par de años en los bosques que rodean la laguna de Walden, en Concord (Massachussets). Allí, en mitad del bosque, se construyó una pequeña cabaña y cultivó un pequeño huerto, con la esperanza de poder vivir lejos de la sociedad y sus normas establecidas. Dedicaba la mayor parte de sus días a pasear por el bosque y observar su entorno, al tiempo que escribía, reflexionaba y buscaba respuestas. El libro se ha convertido con el paso de los siglos en una de las obras capitales de la literatura norteamericana, siendo fuente de inspiración para todos los aventureros y neoluditas del mundo, que han tratado de buscar en él referencias para sus propios proyectos personales de aislamiento, en ocasiones con mucha peor fortuna que el autor estadounidense.
Todo lo bueno es libre y salvaje, de Henry David Thoreau (Errata naturae).
De la misma manera que en Walden, en Un paseo invernal o en Caminar, Thoreau consigue que las actividades más nimias cobren una trascendencia inusitada. Experiencias como pescar, observar los pájaros o sembrar un huerto se transforman en vivencias mucho más serias de lo que pudiera parecer en un primer momento, y ahí está el genio de nuestro autor. A través de los ojos de Thoreau, la soledad, el aislamiento y la ausencia de comodidades se transforman en fuentes de paz y felicidad. Dejan de considerarse problemas que resolver para dar paso a momentos que anhelamos repetir una y otra vez. Vivencias que nunca querríamos abandonar y que expresan mejor que nada qué es realmente ser libre.
Otro de los grandes atractivos del autor norteamericano radica en esa sencillez de que hace gala en cada aspecto de su vida y obra. Cuando leemos los pocos dólares que le costó construir su pequeña pero confortable cabaña en Walden, o las pocas horas a la semana que dedicaba a trabajar para cubrir sus necesidades básicas, uno no puede por menos que sonreírse. Si Thoreau consideraba que ya en su época el consumismo, las modas y la necesidad de aparentar estaban desbocadas, ¡qué diría de la nuestra! Puede que uno de los grandes problemas de nuestro siglo sea esa innecesaria creación de necesidades que nos hemos creado y, en ese sentido, el enfoque que ofrece Thoreau, debidamente entendido y razonado, no deja de ser terriblemente interesante. Por mucho que haya quien pregone a los cuatro vientos que estamos indefensos, la realidad que tan bien ejemplifica Thoreau es que cada uno tiene el poder de decidir cómo vive y la responsabilidad de cómo lo ha hecho hasta ahora.
«Si aspiramos a la perfección en todas las cosas, no deberíamos restar importancia a la simplicidad». Henry David Thoreau
Cape Cod, de Henry David Thoreau (Baile del sol).
Por encima de cualquier faceta de su personalidad o profesión, Thoreau se ve a sí mismo como un individualista que desea por encima de todo liberarse de la influencia y el dominio de los demás, de la sociedad, empeñada en decirle cómo tiene que vivir, qué tiene que estudiar, qué pensar, cómo trabajar, amar, actuar… Thoreau no acepta la intromisión de nada ni nadie en su vida y eso es algo que queda patente en la mayor parte de sus obras, si bien es en Desobediencia civil donde más claro se puede ver. Observó cómo las normas, reglas y regulaciones que se iban implantando en todos los aspectos de la vida, obligaban a las personas a ser prácticamente copias unas de otras, y tuvo el valor de oponerse a ello. Sin aspavientos, sin victimismo y sin violencia. No iba a tolerar que nadie más que él mismo estableciera cómo debía ser su vida y bajo qué valores vivirla.
Una influencia notable
Como no podía ser de otra manera, un personaje de tan marcada rebeldía tenía que resultar atractivo… tanto para los buenos como para los malos. Tristemente, no son pocos los que han tergiversado la filosofía de Thoreau para meterla con calzador en sus absurdas teorías, de ahí que existan quienes han usado sus principios acerca de una vida más simple, independiente, pacífica y solitaria, para crear quimeras con las que dominar a los demás, exigirles obediencia o tributos y justificar la violencia contra aquellos disientan.
Desobediencia civil, de Thoreau (Errata naturae).
Un ejemplo de los macabros seguidores de nuestro protagonista es el filósofo y matemático estadounidense Ted Kaczynski, el famoso terrorista conocido como Unabomber, quien sembró el pánico en los años 80 y 90 en Estados Unidos al enviar dieciséis cartas-bomba que mataron a tres personas e hirieron a otras veinticuatro. Kaczynski era autor del manifiesto La sociedad industrial y su futuro, una extensa crítica a la revolución industrial y los avances tecnológicos donde se aprecian, radicalizadas, algunas ideas de Thoreau. También como nuestro protagonista, Kaczynski se construyó una cabaña en los bosques –en su caso en Montana– donde vivió durante años sin luz, electricidad o agua corriente, mientras daba forma a sus tesis y ponía en marcha sus atentados.
«Bajo un gobierno que encarcele a alguien injustamente, el sitio adecuado para una persona justa es la cárcel». Henry David Thoreau
Una vida sin principios, de Thoreau (Godot).
Sin embargo, es dentro de las buenas influencias donde destaca más Thoreau. Lev Tolstoi, Mahatma Gandhi, Martin Luther King o Nelson Mandela se cuentan entre sus más famosos lectores, casi todos influidos por sus pautas de desobediencia pacífica hacia normas jurídicas consideradas inmorales. Que algunos de los más famosos pacifistas de los últimos siglos tomaran sus ideas –aunque es cierto que en los últimos tiempos han surgido teorías que desprestigian a alguno– nos da una idea del impacto y el sentido verdadero de su pensamiento. Por mucho que se retuerzan sus palabras, el mensaje de Henry David Thoreau es, en el peor de los casos, de desprecio o indiferencia, no de violencia.
Todo ello no son más que muestras y ecos de una personalidad fascinante que viene conquistando desde hace ya dos siglos. A todos aquellos que ni encajan ni quieren encajar, que ni dominan ni quieren ser dominados, que ni aprecian a la masa ni quieren formar parte de ella. Thoreau nos engancha porque nos invita a ser nosotros mismos, sin caretas ni filtros. El problema es que aún no sabemos en qué consiste eso.
Palabra de Thoreau
«El más rico es aquel que tiene placeres baratos»
«Todo ansiedad y esfuerzo acumulados, se sosiegan en la infinita indolencia y reposo de la naturaleza»
«¿De qué sirve una casa sin un planeta tolerable dónde situarla?»
«Los sabios siempre han vivido vidas más simples y austeras que los pobres mismos»
«Es tan difícil verse a uno mismo como mirar hacia atrás sin volverse»
«El mundo es un lienzo para nuestra imaginación»
«Si no logras convencer a una persona acerca del mal que está haciendo, enséñale lo que está bien. La gente solo cree en aquello que ve»
«Nunca podrá haber un estado libre e iluminado hasta que no reconozca el individuo como poder superior, independiente, del que derivan él y su autoridad»
«Jamás hallé compañera más sociable que la soledad»
«La mayoría de los lujos y comodidades no solo no son indispensables, sino que resultan un obstáculo para la elevación espiritual de la humanidad»
«Cuán vano es sentarse a escribir cuando no te has levantado a vivir»
«Un hombre es rico en proporción a las cosas que puede desechar»
«El tiempo no es sino la corriente en la que estoy pescando»
«El coste de una cosa es la cantidad de aquello que yo llamo vida necesaria para adquirirla»
«Deseo por igual ser buen vecino y mal ciudadano»
«Un hombre con una idea es un chiflado… hasta que la idea triunfa»
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