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FILOSOFÍA EN LA CALLE VIII

AVIVAMENT, Festival nacional de filosofía.


Nota de prensa:


El “impasse” [Presentación Filosofía en la Calle] 2019-04


Antonio Guerrero: “El intelectual tiene que ser una persona cargada de provocación”

El festival de filosofía Avivament acogía en su seno, en esta tercera edición, la presentación del proyecto multidisciplinar Filosofía en la calle. Lo presentaba su creador, Antonio Guerrero Ruiz(Huelva, 1971), autor de libros como “Una guerra en el limbo. Playa de Ákaba” (2018); en compañía de Irene Gálvez González, especialista en la “Defensa de las Humanidades y el Pensamiento crítico en España, los medios de comunicación, y la agenda Setting y el Marketing Viral”, y Francisco J. García Carbonell, licenciado en Teología y autor de libros como  “Reverso del Anverso” (2018).



El proyecto del que hablaban, Filosofía en la calle, pretende impulsar la filosofía en lo que llamaron el  “Ágora marginal”, la plaza pública, para generar una filosofía práctica capaz de hacer ver “el grave desenfoque social, establecer una relación como acto-potencia y hacerlo en tres fases: estética-ética y política, para abrir una ontología que permita descubrir los límites”, en palabras de Francisco J. García Carbonell. 

El proyecto, como explicó Antonio Guerrero, surge de una “frustración personal” al no encontrar, durante sus estudios académicos, “la filosofía que yo tenía en mi interior”, y constatar, desde su punto de vista, una desconexión, un aula que “no era capaz de generar librepensadores”, y una cultura de masas, “asolada por las dictaduras de lo políticamente correcto dentro de las estéticas”. Con la palabra “Impasse”, que Alain Badiou utilizara en su definición de sujeto, la propuesta almeriense critica, no el academicismo sino su exceso, y propone “conducir la disciplina a otros contextos. Conectar con el Ágora, verbal y artísticamente; hacer la filosofía con lenguaje más sencillo pero no más simple, y defender la asamblea como uno de los grandes pilares para huir de lo discursivo y jerarquizado”. Un proyecto que busca el “restablecimiento”, “diálogo en lugar de discurso”, y “aprendizaje desde la oralidad y la experiencia”, que según Guerrero, “son más viables que la única vía de la teorización, “necesaria pero no suficiente”.

Unamuno, Ortega y Gasset, Nicolás Salmerón, José Luis Aranguren. Su propuesta es un giro más hacia lo práctico. Séneca y su visión ética de la realidad, la orientación política. Los traductores de Toledo y su visión del hispanismo. Docencias en las aulas y vericuetos en el congreso, la literatura o la prensa, las librerías o los institutos de educación secundaria. Y un espíritu cervantino, inspirado en el héroe intelectual que defendió Ortega preconizando “los valores y las ideas, las creencias como motor de transformación social”.

En contacto con la Universidad de Murcia, y el Museo provincial de Almería, con el reconocimiento del CSIC, y la difusión de la REF (Red española de filosofía),  un programa de radio de nombre Talentos (Candil Radio, los jueves), y en línea con la UNED. Y con un pensar la filosofía práctica como la que “nos atañe a todas las personas porque que ni más ni menos es todo aquello que nos hacemos unos a otros: la vida, la existencia”; cómo interactuamos con el planeta en el que vivimos, y las consecuencias de nuestros actos en todo tiempo y lugar”, explicaba Irene Gálvez.


 





El objetivo de Filosofía en la calle es “ir al encuentro con el mundo de la estética y del asociacionismo, buscando la relación entre el pensamiento y la acción, el intervencionismo y la provocación, el pensamiento crítico y autonomio para emanciparse del gregarismo, del capitalismo, y descubrir motores de búsquedas conceptuales propios capaces de ayudar al individuo a evolucionar”. Guerrero lo definía como un proyecto humanista que “cree en el ser humano en este momento de dudas (acerca de la definición de lo humano por parte de los posthumanistas)”; que “cree en el ser humano integrado en el entorno, preservando los rasgos propios de la humanidad; orientado hacia la provocación y el intervencionismo; hacia la inmersión del filósofo en el contexto como elementos dinamizador. Apropiarse del sentido implícito, dotar de nuevos sentidos, y sentido a sus propias existencias y a las de sus congéneres en busca de generar una nueva ontología y una nueva ética”. Antonio Guerrero, además, señalaba la gran responsabilidad del intelectual, “que no puede ser una persona autocomplaciente sino una persona cargada de provocación”.

Diagnóstico

García Carbonell, por su parte, habló del Ágora como ese “vacío central desde donde se proclama la metáfora que indica a los edificios públicos y privados”, y del Ágora “como centro de esa arquitectura”. Habló de un “diagnóstico” que se realiza desde el Ágora como espacio marginal y de una “denuncia” que tiene lugar desde el Ágora “como espacio neutral desde donde se señala la corrupción del sistema”. García Carbonell habló de una “máscara que nos inutiliza”, del “elemento en lo normativo de lo urbano, que se sale del orden existente, aunque es intrínseco a ese orden, y que por tanto no encuentra su lugar en ese orden”. Hablaba de “lo no literario dentro de lo literario”.  Todo para explicar que “nos encontramos en una lucha entre la prohibición del Ágora como espacio normativo dentro de la estructura urbana (o sea, mantener el privilegio), y el Ágora como entrega pública, como don gratuito, como un acto de amor, como un conocimiento del amor”. 

García Carbonell también señaló la manera en que nuestros pensamientos se han ido adaptando a las formas del power point, y de cómo el Ágora normativa está contribuyendo “a esa depreciación crítica que está acabando con la reflexión”. Se inspiraba en Kant para introducir la idea de las nuevas épocas donde haya de ser posible la ampliación de conocimientos desde el presente. Un “cambio paradigmático”, añadía, “que se produce siempre en los márgenes de lo publico y que, sin actuar en contra de su deber, pueda expresar públicamente sus tesis contra la inconveniencia o la injusticia”. Y su pregunta: ¿es suficiente esta ilustración ulterior del género humano, este despegarse de la tutela, esta evolución social, para de verdad romper con el paradigma?”

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A continuación, los objetivos de Filosofía en la calle: Filosofía práctica

(facilitados por Irene Gálvez González):

Deconstruir la Filosofía academicista anquilosada y sin interés por lo que sucede más allá del aula.Crear un nuevo vínculo de la filosofía con la realidad de la calle, de la vida social: De lo cotidiano nace lo extraordinario.Movimiento Humanista que mira y se implica con la naturaleza humana sin maquillaje ni trucos, sin miedo a la realidad.Reconstruir al ser humano: atrapado en un mundo hedonista. Censurado por ese mecanismo pérfido que se ha dado en llamar “lo políticamente correcto”.Proporcionar las herramientas necesarias para emanciparnos del consumismo y el gregarismo. La Filosofía práctica intervencionista aspira a generar pensamiento autónomo a su alrededor para empoderar a la ciudadanía.Tenemos que ser responsables de nuestras vidas, de la gestión de los recursos naturales.El Ágora es el escenario de las relaciones de poder; y al poder siempre hay que ponerle límites porque el ansia de dominio ha demostrado de sobra la capacidad destructiva que tiene. No hay soluciones mágicas. Los liderazgos de obediencia servil y dogmática facilitan la imposición de los totalitarismos. La dignidad en la vida y la justicia social necesitan de ciudadanos libres y responsables de su libertad.


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