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El «pesimismo estratégico» de Séneca




Así lo define María Zambrano, que habla del pesimismo integral que Séneca inventa para buscar un resquicio de esperanza, ese ponerse en lo peor para no naufragar, un «pesimismo estratégico, ya que, poniéndonos en lo peor, cuando llegue ya no será lo peor, pues nos cogerá prevenidos», dice la filósofa.


Por Pilar G. Rodríguez

A la manera de cómo entendían los antiguos pensadores la filosofía, el estoicismo es una guía para la vida, para soportarla y hacerla lo más llevadera posible aproximándose a eso que hoy damos en llamar la buena vida. Séneca se incorporó a esa corriente inaugurada por Zenón de Citio en su último período y le dio nuevos bríos incorporando elementos del cinismo y del epicureísmo. La mezcla se ha dado en llamar senequismo.

No existe un texto único donde Séneca vierta todas sus tesis —las debemos extraer de sus escritos—, pero sí hay uno que condensa muchas de ellas. En el Tratado de los beneficios, Séneca dice:


«Si nuestro espíritu no siente ya más que desprecio por todo lo que nos pasa, sea bueno o malo; si se eleva por encima de las aprehensiones; si, en su avidez, deja de contemplar perspectivas ilimitadas y sabe abstenerse de buscar riquezas fuera de sí mismo; si deja de temer a los dioses y a los hombres, consciente de que poco hay que temer de los hombres y nada de los dioses; si desdeña todo lo que da esplendor a nuestra existencia y es a su vez su tormento; si consigue ver claramente que la muerte no es un mal en sí y que pone fin a múltiples desgracias; si se consagra a la excelencia y encuentra fácil cualquier camino que conduzca a ella; si, en su condición de animal social y nacido para el bien de todos, considera el mundo entero como una sola y misma familia (…), entonces se ha liberado de las tempestades, ha puesto los pies en tierra firme y bajo un cielo azul. Sabe todo lo que es útil e indispensable saber».

«Si nuestro espíritu sabe abstenerse de buscar riquezas fuera de sí mismo, si deja de temer a los dioses y a los hombres, si consigue ver que la muerte no es un mal en sí, entonces se ha liberado de las tempestades». Séneca

6 claves del pensamiento de Séneca

1 Desprecio por todo lo que nos pasa. Todo es efímero y todo es cambiante. Séneca vivió una época de grandes convulsiones y lo sabía bien. El esplendor del mundo antiguo se había acabado y no había rumbo definido, más que decadencia y caos. Su propia vida fue también un claro ejemplo de esplendor y caída.

El que todo lo tuvo, de todo iba a ser despojado. Consciente de que adelantarse a la pérdida mitiga –y anula– el dolor de la misma, Séneca coincide con Epicuro en la importancia de extinguir los deseos desordenados, las ambiciones y la ira. Se adhirió a la corriente estoica incorporando elementos del cinismo y del epicureísmo.

Cartas a Lucilio, de Séneca (Ariel).

2 Abstenerse de buscar riquezas fuera de sí mismo. «Solamente el espíritu es admirable», dirá Séneca, «que por ser grande, nada debe de parecerle grande». Y refiere el ejemplo de los peces a los que se engaña con un apetitoso cebo.

Las riquezas son a los hombres ese cebo y al «creer que los cogemos nos encontramos cogidos». Por eso el sabio recomienda no conceder al cuerpo más que lo necesario para la salud. «Resistid o retiraos: si obráis así, podrá la fortuna daros alguna sacudida, pero no os derribará», afirma en las Cartas a Lucilio.

3 No temer a los dioses ni a los hombres. Séneca identifica con frecuencia a Dios con la naturaleza, un conjunto orgánico donde el hombre tiene cabida y donde se le permite vivir. El ser humano debería mostrarse agradecido por ello en vez de obsesionado por la duración de la vida y las preocupaciones que la acechan.

¿Cómo vencer toda esa ansiedad? «Si queremos no estar sujetos ni al temor de los dioses ni al de los hombres ni al de las cosas (…) y disputar su felicidad a los mismos dioses mantengamos nuestra alma siempre dispuesta a partir».

Todo es efímero y todo es cambiante. Séneca coincide con Epicuro en la importancia de extinguir los deseos desordenados, las ambiciones y la ira

Escritos consolatorios, de Séneca (Alianza).

4 La muerte no es un mal. Si acaso una liberación del sufrimiento y las penalidades. Séneca habla de ella constantemente, quiere tenerla presente, pero no con ánimo tanatofílico, sino todo lo contrario: justo por amor a la vida. Solo aceptando la muerte, esperándola sin temores y sin prisas, podremos vivir mejor y no estar muertos antes de morir.

En el sentido de esa aceptación, resignación —si se quiere— hay que entender su frase «la muerte no es un bien ni un mal», solo es lo último, lo que nos devuelve a la tranquilidad que había antes de nacer: «si alguien llora a los muertos, que llore también a los que no han nacido», escribirá en su Consolación a Marcia.

5 El hombre ha nacido para el bien de todos. Mientras defiende por un lado la vida retirada, Séneca es exigente consigo mismo y con el género humano y cree que el hombre tiene un compromiso con el resto de su raza. «Lo que se pide al hombre es que aproveche al hombre: si pudiere, a muchos; si no, a pocos».

A Lucilio le dirá: «Los hombres aprenden cuando enseñan». La gratitud es un concepto importante para Séneca. Cree que hay que agradecer cuanto se tiene —empezando por el hecho de haber nacido— sin reproches y sin temores. En el marco de la gratitud, del bien común y del beneficio de la mayoría es donde él entiende la socialización del individuo.

Los hombres deben ayudarse y profesarse afecto. Hacer daño a otro va contra la esencia de la naturaleza. Condena la esclavitud y proclama la igualdad de los seres humanos

6 El mundo entero como una sola y misma familia. El hombre forma parte de la naturaleza y su felicidad es seguirla, dejarse llevar por sus leyes y ejemplos, regidos por la razón. Para Séneca, el alma humana es una partícula del alma universal, lo que convierte al resto de sus iguales en sus hermanos.

Predica la fraternidad universal y la superación de los límites angostos de la ciudad o la patria. El sabio tiene por patria el Universo. Los hombres deben ayudarse y profesarse afecto. Hacer daño a otro va contra la esencia de la naturaleza. Por eso condena la esclavitud y proclama la igualdad de los seres humanos.

Volver a Séneca pasando por Zambrano En su ensayo El pensamiento vivo de Séneca, la filósofa española María Zambrano le dedica páginas conmovedoras y brillantes. Reivindica la actualidad de Séneca desde la época convulsa que le tocó vivir a ella y porque al filósofo le tocaron también tiempos difíciles. Pero ¿cuáles no lo son? Desde la ansiedad de nuestros días quizá sea necesario volver a las páginas de Séneca en busca de consuelo. Zambrano promete que no nos defraudará porque la razón de este sabio no es una razón clara, luminosa, perfecta como la de Platón o Aristóteles, es una razón manchada y mezclada con la vida y como la vida, también contradictoria. Ella hablaba de que sentimos al tratar con Séneca «no sé qué cosa de suave y acallador. Porque no vemos con él una razón pura, sino una razón dulcificada. Porque no es enteramente un filósofo, sino un meditador sin sistema, sin demasiada lógica; porque el pensamiento que de él mana no es coactivo, y tiene algo de musical. Son acordes que acallan, aduermen y suavizan, al revés de esas otras filosofías que nos obligan a estar horrorosamente despiertos. Vemos en él a un médico, y más que a un médico, a un curandero de la filosofía que sin ceñirse estrictamente a un sistema, burlándose un poco del rigor del pensamiento (…), nos trae el remedio. Un remedio menos riguroso que, más que curar, pretende aliviar; más que despertarnos, consolarnos». Por si fuera poco la promesa de bálsamo, Zambrano habla de la cercanía casi física con que sentimos a Séneca, de la españolidad —ahora que el término, a fuerza de emplearse para otros menesteres, parece existir— del sabio cordobés, de ese pesimismo integral que él inventa tan solo para buscar un resquicio de esperanza, ese ponerse en lo peor (tan español) para intentar sacar la cabeza lo más airosa posible aun dentro del naufragio, un «pesimismo estratégico —Zambrano lo define como nadie—, ya que, poniéndonos en lo peor, cuando llegue ya no será lo peor, pues nos cogerá prevenidos». Zambrano habla conmovida de Séneca y logra conmovernos porque habla como de un padre, de un tutor, de un amigo solícito y dispuesto. ¿Cómo resistirse a las palabras, las recomendaciones, de una hija, de una alumna, de una amiga impresionada? «Séneca vuelve sencillamente porque le hemos buscado, y no por la genialidad de su pensamiento, ni por nada que tenga que ofrecer al audaz conocimiento de hoy. Vuelve porque lo hemos descubierto como en un palimsesto debajo de nuestra angustia, vivo y entero bajo el olvido y el desdén». Gracias a Zambrano lo desempolvamos. Gracias, María.

Fuente:





https://www.filco.es/6-claves-pensamiento-seneca-pesimismo-estrategico/


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