LA filosofía actual está enferma. Además de existir ciertos bloqueos propios de la disciplina, la mayoría de los filósofos no sienten ningún interés por los problemas de la sociedad. El 24 de junio se celebró en la Librería Sintagma de El Ejido una tertulia que debatió el amplio tema de la vigencia de la filosofía actual. Esta actividad cerraba el calendario cultural de la librería antes del verano. Manolo García Iborra, propietario de la librería y conocido en el mundo cultural por su labor difusora, agradeció la presencia no solo de los tertulianos si no de los asistentes que encontraron una temática distinta a la habitual. En palabras del mismo Iborra, "existen otros productos culturales que no se pueden obviar". Entre los ponentes estaba yo como filósofo, y Eva Cruz, antropóloga, que cuestionaron en este acto si la filosofía tiene actualmente buena salud. Para empezar yo mismo ofrecí una definición de la filosofía que estaba muy vinculada a mi visión personal de la misma y que resumí en dos grandes principios: la filosofía debe ofrecer autonomía al individuo, eso es la capacidad de pensar por sí mismo y la de emanciparse de su contexto. Por otro lado esta disciplina debe ofrecer un motor de búsqueda valido para responder a las grandes preguntas sobre el ser, en términos más actuales de encontrar el sentido de la vida. En base a estas ideas se realizó un diagnóstico de la filosofía actual. Fue catalogada como una disciplina enferma porque ni generaba personas autónomas ni tenía un motor de búsqueda aceptable. Esto que suponía una grave enfermedad tenía varias causas: una de ellas venía de los totalitarismos de la segunda mitad del siglo XX: fascismo, comunismo, capitalismo, que absorbieron las ideas de la filosofía y la dejaron vacía. Otra causa venía de la mercantilización actual de la cultura convertida en producto de consumo, incluyendo a la filosofía. Por otro lado la filosofía tenía otro problema de fondo, el "Impasse" (bloqueo). Aun persistían obstáculos que impedían la evolución del pensamiento: el de la duda cartesiana, el de la inaccesibilidad del ser humano a la verdad más allá del lenguaje, según Wittgenstein; y el de la mal llamada muerte de la filosofía según Liotard y Vattimo. Dicho esto se afirmó que la única filosofía actual era la docente pero que esto no era una buena noticia. En la educación secundaria la filosofía había transmutado a historia de la filosofía y en la universidad existía un terrible divorcio entre filosofía y el mundo ajeno a la facultad. No existía interés por los problemas de la calle. Este proceso, catalogado como institucionalización, suponía una paideia defectuosa porque seguía sin ofrecer los dos productos clave: la autonomía del individuo y un buen motor de búsqueda, capaz de dar una visión de conjunto y ulterior de la realidad. Para esta enfermedad de la filosofía solo había un remedio: la filosofía práctica, social e intervencionista. En este punto Eva Cruz hizo una exposición sobre los canales de participación de no solo un filósofo sino de la ciudadanía en general. Por una parte habló de la solidaridad controlada (ONG) y de la no controlada (asociacionismos recientes). En ese momento narró que ambos fueron miembros de la plataforma Stop Desahucios de El Ejido y que ayudaron a crear ese movimiento político pero apartidista, algo que hoy día tiene sus frutos observables en la reciente democracia plural y pactocrática. Llegados a ese punto se habló de la responsabilidad intelectual del filósofo con su momento histórico. Los asistentes participaron en esta fase de la tertulia y se produjo un amplio debate sobre todo lo dicho anteriormente que derivó en diferentes temas transversales como el de la duda de si la mujer tiene o no un papel activo en la sociedad actual. Esta duda atrajo conceptos como feminismo, esencialismo y patriarcado occidental. Se hizo filosofía.
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