El actual “conflicto” de Oriente Medio y su analogía con el Dune de Herbert.
- filosofialacalle
- 29 jun
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Óscar Sánchez Vadillo
Sin duda, lo del programa nuclear iraní ya nos lo sabíamos: se trata, en efecto, de las “armas de destrucción masiva” imaginarias que sirvieron de pretexto a la guerra de Irak. Tan imaginarias -¿o no?- como aquellas armas son las novelas de Frank Herbert que proyectaron un futuro remoto en que casas feudales se disputaban el control de la especia -melange-, el combustible psíquico pero también comercial de aquella zona ficticia de la galaxia (una galaxia completa es muy pero que muy grande, no nos volvamos locos como George Lucas).
En Dune, en efecto, el Emperador era un viejo que estaba ya de la olla, como nuestro querido Trump, y al que únicamente le interesaba la perpetuación de su propio nombre. Su hija, en cambio (y Trump tiene una hija, pero también tiene un montón de hijos bastardos, como Elon Musk o Steve Bannon), es más consciente, así que se vale de las Bene gesserit como EE.UU. hoy se vale de los ultraortodoxos judíos y viceversa: los ultraortodoxos judíos se valen generosamente a su vez de EE.UU. La lucha, pues, según Dune, se plantea en términos de si Arrakis/Oriente Medio va a pertenecer al Emperador/USA o a la dinastía de los Atreides/Unión Europea, de modo que entre el Emperador y los Harkonnen/Israel se conchaban para convertirlos en irrelevantes. A todo esto, los fremen de Líbano, Yemen, Siria e Irán se conjuran para frenar la alianza Imperio-Harkonnen, y Frank Herbert, sorprendentemente, y en los años de los muyahidines, se pone inicialmente de su parte. Los Harkonnen, en realidad, no son más que la delegación regional del Imperio, para que el digno y todopoderoso Emperador se asegure de que los descontentos están sofrenados en pleno corazón del Oriente Global. Es buena idea, siempre que al Barón Harkonnen (un señor que, no por casualidad, acostumbra a consumir niños, como “Bibi” Netanyahu) no le salga un rival carismático, como en tiempos de T. E. Lawrence fue el Príncipe Faisal, y en las novelas de Frank Herbert es el ambiguo Paul Atreides.
Sea como fuere, el tráfico de especia -melange- corre peligro en el Estrecho de Ormuz. Recuérdese: quién controla la especia controla el Universo -otra exageración imperdonable de Herbert. Los fremen hace décadas que tienen previstos sus épicos sabotajes; pero no importa, eso dará aún más fuerzas aún al decrépito Emperador. Las Bene gesserit nunca conocieron la fisura de una duda, como mi propia pareja reproductora, pero se equivocaron en la evaluación de Paul Atreides. Por su parte, los Harkonnen poseen la baza de las legiones sardaukar, que es la terca prosecución de su propio poderío nuclear de acuerdo con el ladino Emperador. Yo estoy muy lejos de ser un mentat, ya quisiera, pero sólo digo que como los fremen despierten al durmiente (¡el Kwisatz Haderach!), los imperiales amigos de los Harkonnen ya pueden ir haciendo las maletas...
(En cuanto al gusano, el gusano es Arabia Saudí, Emiratos árabes, Qatar y Dubái, etc., y Arabia Saudí, Emiratos árabes, Qatar y Dubái son el gusano... Dentro de más de 8000 años no parece que las cosas vayan a cambiar demasiado.)
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